lunes, diciembre 10, 2007

Del Amor y Otras Demencias

—Yo soy un sueño, un imposible,
vano fantasma de niebla y luz;
soy incorpórea, soy intangible:
no puedo amarte:

—¡Oh, ven; ven tú!
Gustavo Adolfo Bécquer




El amor empieza por una metáfora. Dicho de otro modo: el amor empieza en el momento en que una mujer inscribe su primera palabra en nuestra memoria poética.
Milán Kundera.


Para Yaquelín:
Que grabó esa palabra irremediablemente.


“Pareado del loco poeta”

Soy un buscador, un exegeta,
pobre rimador con pasión de poeta,
que de tanto maltratar la estrofa
tontamente logra cosechar la mofa;
pero baste en la defensa de este vate loco
(que no es transitoria, ni siquiera un poco)
alegar las razones que a la grave musa
deja anonadada, contrita y confusa,
pues también habría que sentar a Eros
en el espurio escaño de los verdaderos
culpables, estos que esgrimen la lira,
con el febril pulsar de aquel que delira
en un dulce sueño o amargo desvelo
hallando en el verso amable consuelo
y no menos cómplice sea Afrodita,
que en la brusca mar espumeante levita,
de la destemplanza de este genio oscuro
de extraviada mente y corazón puro,
que no ha mucho erraba sin rumbo
desencadenando un fuerte retumbo,
del que se alejaban las mariposas,
las alegres camelias y las tibias rosas
y que ahora herido de malsana flecha
los más finos manjares desecha,
cual si fueran despreciables e impíos
prefiriendo el agua clara de los ríos.
Pues no sabiendo ni como ni cuando,
un poco riendo y un poco cantando,
del robusto pecho desaparecía
muy valiosa joya, con alevosía
arrebatada, por ingenua diosa
de risa celestial y escandalosa,
quien no apercibida de esta ausencia
le ha hurtado a la vista su presencia.
Ahora la mente de este pobre yerra
cual la de aquel trovador de su tierra
cuando le abandonó la tierna paloma
hacia la anhelada libertad de la loma.
Son sólo suspiros, sólo son sollozos.
(y ciertos pensamientos maliciosos)
Visto el caso y comprobado el hecho
que nos ha asombrado y nos ha desecho,
notando en este alegato las razones,
no siendo otras que de corazones,
sin misericordia suplico a los jueces
condenen a este loco con creces.

"Arte poética"
¿Es útil definir la poesía?,
¿no está ella en todas las cosas y en todas las partes?,
¿no dicen que es la reina entre las artes?,
¿no será razonarla una utopía?

Ya han hecho este árido ejercicio
todos los poetas desde los tiempos remotos
desde las grandes ciudades a los bosques ignotos
sin conseguir precisar este oficio.

No pretendo proponer una estética
ni un modo de hacer, ni una tendencia;
dejo aquí sólo una sentencia:
“tú eres mi arte poética”


"¿Quién fuera original!"
Te está mirando un grotesco sijú
que ni sospecha lo que es poesía;
necio es, pues sólo basta que rías
para saber: “poesía… eres tú”

Releo y releo el poema veinte
y pudiera escribir un verso triste;
talvez preguntaré si me quisiste
cuando llegue al ciento veinte.

Estoy escuchando en la victrola
a Silvio y su gota de rocío
yo quisiera que llegara el estío
para acariciar tu suave corola.

Intentando estoy de ser original,
pero el camino se me torna espinoso:
treinta siglos de poetas virtuosos
componen el parnaso universal.

“Cuestión de Medidas”
Treinta kilómetros
suena ilimitado.
¿Cuantos hectómetros
nos han separado?
En muchos hexámetros
se mide el pecado.
¿En que rotundo diámetro
me has olvidado?
Si hasta un milímetro
es demasiado.

“Parte de Guerra”
En este parte de guerra
del corazón,
se cuenta que ha caído
un hombre apenas,
por allá por la sierra
de la ilusión,
de muerte herido
pero sin penas.

“Amaneceres”
Prefiero los amaneceres
cuando el cielo se arropa de topacios
cuando el sol viene de menos a más
más tibio
más lumbre
más tú.


“Me exige la Musa”
Me exige la Musa que haga un soneto
a la hermosa flor del mediodía;
pero yo la esquivo en este día
cuando te menciono en los tercetos.

Ya voy llegando en un aprieto
del difícil oficio de la rima,
casi sin aire alcanzo esta cima
fría, azul y árida de los cuartetos.

Me adentro en estos mares tumultuosos,
de raudos torrentes de plateada luna,
vistiendo lentejuelas de delfín.

Y no temo a los rayos estruendosos,
ni me entretiene valla ninguna
cuando al fin te nombro Yaquelín.


“Cuando ríes”
Estrellas en el cielo se amotinan
celosas de lo claro de tu brillo.
Las mariposas murmuran por el trillo
y los oscuros senderos se iluminan.

Destellos de tu risa esclarecen
las más profundas de la cuevas,
matizan de colores flores nuevas
y hasta las alimañas se enternecen.

Las ondas de tu risa por el aire
renuevan el rosado de las tardes,
ríen los viejos tristes sus alardes
y las iglesias recobran su donaire.

Como elixir que cura mi quebranto
es tu risa argentina, bulliciosa;
de mi corazón, cadencia tempestuosa
y la fuente melodiosa de mi encanto.


“Gravitaré en tu sol”
Gravitaré en tu sol
mientras dure la noche;
si no me voy en su coche
me fundo en su crisol.

Me hundo en este mar
y me ahogo en tu sangre.
Ni me muero de hambre,
ni puedo respirar

Tu torbellino me arrastra
como ciclón tropical
y en tu copa de cristal
todo mi cuerpo se lastra.

Me lanzo a tu enramada
como gota de aguacero,
como se lanza el lucero
tras la luna enamorada.

Me sumo en este lío
como la lúcida flecha
sin dirección y sin fecha,
que cayó en el dulce río.

Hoy me voy a desplomar
en este negro agujero,
como el triste caballero
en su doncella lunar.

El amor es como un fuego
que necesita de hogar.
Ya no se podrá apagar
este que yo te entrego.


“Pero ¿si fueran dos…!”
Me sabe la pechuga
fosforescente;
adornada de lechuga
es excelente.
Pero, ¿si fueran dos…!

Tengo una mesa sin patas
y una silla,
fritada de patatas,
una morcilla.
Pero, ¿si fueran dos…!

Escuchando a Sabina
en la butaca
con su bar, su cantina
y su matraca.
Pero, ¿si fueran dos…!

Pasan a Almodóvar
en la tele
y cuando me despierto,
los carteles.
Pero, ¿si fueran dos…!

El cuarto está encendido,
cama vacía.
Ya me hago el dormido.
¡Que hipocresía!
Pero ¿si fueran dos…!


“Mi isla del tesoro”
Cual pirata Morgan avaricioso
que se niega a compartir lo robado,
te amo en silencio, disimulado
y defiendo mi hallazgo, celoso.

Como el oro, que en su escarcela,
cuida feliz el avaro codicioso,
oculto tu reflejo en hondo pozo,
defiendo el brocal y erijo cancela.

Como el mítico Gollum, del anillo
cuidador, de todo hobbit recela,
blando un verso, me trueco en centinela
cierro el paso y tapo un ancho trillo.

Insomne guardián, mi fortuna velo
de ojos que miran con avaro brillo.
Levanto parapeto en un cerrillo,
y te escondo en un mundo paralelo.

Así, de enamorado, tu recuerdo doro.
Así de enfermizos son mis celos.
Soy un Capitán Flyn de caramelo,
vigilante de mi isla del tesoro.



“Ya tu barca no carena”
Ya tu barca no carena
en este puerto de mar,
ni me prohíbe rezar
a la virgen Macarena.

En tus ojos de melaza
se endulza mi corazón.
Está atrapado el moscón
en lo blanco de la gasa.

Caracolas, caracolas,
caracolas de coral,
que asisten al funeral,
en la orilla, de tus olas.

Ya está la luna de plata
en lo altísimo del cielo
y hay un bordado de duelo
en la blanda hoja escarlata.

En la orilla de aquel río,
donde murió el siboney,
a la sombra de un mamey,
paso hambre, sueño y frío.

Esta nave que aluniza
en tu pezón orbital.
Esta llanura del mal.
Este monte que agoniza.

Va riendo Yaquelín
en un carrusel de fuego.
En el juego que ahora juego
va llorando un Arlequín.

“¿Dónde se esconderán mis amuletos”
¿Dónde se esconderán mis amuletos,
mis patas de conejos de la suerte,
mi trapo rojo, mi piedra de quererte,
la copia original de mi libreto?

¿Por qué no surte efecto mi panfleto,
mi labia colosal, mi lengua inerte,
mi insomnio tenaz, este aguafuerte,
caricatura mordaz de mi esqueleto?

¿Por qué me ha abandonado la fortuna
mi genio protector, mi buena estrella?
No me queda ya esperanza alguna,

si de sólo pretender tu corazón,
hasta mi Eleggua pone querella
y se marcha de juerga la ilusión.

“Veo el manso río, la montaña”
Veo el manso río, la montaña,
desde mi balcón, y las palmeras.
Refulge el sol en las riberas,
pero, te confieso, se te extraña.

La natural belleza no me engaña
con sus perfecciones pasajeras.
Si muriendo de amor tú me quisieras,
en morir te demostrara maña.


A lo lejos vuelan las gaviotas
sobre la ciudad de la esperanza
y un pájaro fugaz trina sus notas.

Da un destello de sol sobre la alfombra
y hasta donde mi locura alcanza
tocaría y besaría hasta tu sombra.


“¿Qué son los amores sino esto?”
¿Qué son los amores sino esto?:
insomnio, desgano y sudores;
angustia, recelos y temblores;
quedar dormido con lo puesto;

un doblar continuo de tambores;
combatir con un rival supuesto;
un ramo de flores sin un cesto;
un amanecer sin resplandores.

Como un zombi, me calzo y me visto;
me conmuto de ateo en creyente;
ofrendo tabaco y aguardiente;
te pongo velas y ya creo en Cristo.

Consulto un médium que lee barajas
y adivina el día de mi muerte.
Gasto el presupuesto de quererte.
Compro decepciones en rebajas.

Disco el guarismo de la suerte
y no gano la lotto del hablarte.
Empeño mis labios de besarte
y no me dan ni un peso fuerte.


Me trueco en policía secreta;
te persigo cerca cada paso;
no hallo pruebas para armar un caso;
tendré que inventar otra treta.

Cargo un fardo que se lleva dentro.
Se me decoloran las auroras.
De esta forma renquean las horas
el largo camino de tu encuentro.


“Por un beso”
Ojalá pudiera invitarte a Roma;
en París, ver Notre Damme, la iglesia;
darnos un saltito por Venecia
y en San Marcos besarte, paloma;

subir, tú y yo, a la mesa de la loma
en Cape Town, escalando el cable,
y en Madrid darte un beso amable
que me sature el alma con tu aroma.

Cometiera, loco, tiernos excesos:
marcharía feliz por los jardines,
me ataría al cinto la corbata,

me pondría al revés los mocasines,
gastaría todo mi doblón de plata.
“yo no sé qué te diera por un beso”

“Un diamante del tamaño del mundo”
Soy minero, buscador de la mina,
sin pico, ni mechero, ni gasolina.
Con el cuerpo tiznado bajé a lo profundo
y encontré un brillante del tamaño del mundo.
Traté de subirlo a la superficie
con mucho cuidado y sin malicie,
pues aunque duro, frágil es
y si se quebrara sería un revés.
Ya yo lo veo en la claridad
como una montaña en su inmensidad,
pues aún cubierto de polvo fino
del carbón madre y de los caminos,
resplandece con opaco reflejo
envidia de los astros y de los espejos.
¿Quién pudiera sus facetas tallar,
sacarle fulgores cual agua de mar?
Si fuera yo el dichoso artesano
puliendo sus aristas con mis manos;
pero sólo soy un pobre minero
sin arte, ni suerte, ni dinero.



“En el pozo del amor sin cabestrante”
En el pozo del amor, sin cabestrante,
hay un paisaje de cielo con sus pinos
y por mucho que me esfuerzo no adivino
que hace allí tu belleza coscurante.

Mi corcel no se llama Rocinante,
ni mi gorra es el yelmo de Mambrino.
Si en mi lucha no faltan los molinos
no es razón para ser de los andantes.

¿Cuál será el sino de este caballero
que rinde ante ti sus armaduras?
¿Será como el de aquel primero,

el de las esforzadas andaduras,
cuerpo enjuto y extraviada mente,
que suspiraba por la dama ausente?

“Que aires se da la aldeana”
Que aires se da la aldeana
que ha robado mi razón,
que duro su corazón,
que indiferencia más llana;
que claro, de su rostro, emana
la belleza de su aldea.
La dulce miel colorea
todo el iris de tus ojos,
¡cómo se llena de abrojos
tu camino Dulcinea!



“El cantar de los oráculos”
He interrogado a Yahoo
acerca de mi destino;
en la respuesta, estás tú
en el centro del camino.

Buscando en el firmamento
signo que me den los astros;
junto al de mi tormento
no dejo de hallar tu rastro.

He reorientado mi antena
y sondeo los canales;
tú imagen viene, apenas,
sin anuncios comerciales.

Me aplico a la cartomancia;
en cada carta tu rostro.
Mire usted que redundancia;
sale junto al de mi monstruo.

Me llaman al celular
(un número equivocado)
“Ella te tendrá que amar”
dice el hombre y ha colgado.

Me consulta un babalao
entre tabaco y alcoholes.
“Ella te tiene amarrao…
te salió en lo caracole”

Ya sea en la tradición
o en nuevas tecnologías,
se pregunta mi razón
si alguna vez serás mía.

“¿Si me quisieras?”
Talvez debiera decir, como el poeta,
que no seré feliz y que no importa.
El cuerpo gime y la vida se acorta,
sufriendo más el hombre que el esteta.

Girando continúo en tu glorieta,
concibiendo este amor que no se aborta.
Sea la esperanza rara, mas no corta,
de alcanzar tu corazón y tu silueta.

Tengo ya mi retablo carcomido
de rezar a la hora en que te has ido,
sin que regreses de las anchas eras.

Si tan sólo en un soplo de extravío
correspondieras este afecto mío.
Mi amada Yaquelín: ¿Si me quisieras…!


“Cual lo duro de una peña”
Cual lo duro de una peña
es tu corazón, preciosa.
Tras lo blando de la rosa
mi corazón se despeña.
Mi verso, cansado, sueña
amanecer a tu lado,
junto a tu seno dorado,
viendo tu dulce cintura
y admirando la hermosura
de tu rostro adormilado.


“Hoy me he sentido Eufórico”
Hoy me he sentido eufórico
al lado de mi doncella,
que la he encontrado tan bella
como un ornamento dórico.
Ardiente como el fosfórico
material que el aire inflama,
caliente como una llama
que en el crisol se rebosa,
mi esperanza riendo osa
preguntar si ella me ama.


“Si la pudiera encontrar”
Abeja, Abejita,
que libas el azahar,
dime si has visto volar
por allí mi lucecita.

Radiante Mariposa,
que la rosa galanteas,
di si contigo aletea
una damita graciosa.

Oloroso Laurel,
que sombreas el sendero,
se me ha perdido un lucero
retozón en tu vergel.

Extraviada la Luna
en lo hosco de la noche,
no le hago ni un reproche,
¿y cara fea?, ninguna.


¿Quién me pudiera ayudar
con esta pena que tengo…?
Le daría un beso luengo
si la pudiera encontrar.


“Nave de Amor”
Se han soltado las amarras
de mi nave que deriva
por los oscuros mares
tempestuosos del amor.

La acechan el nubarrón
de los celos demenciales,
y el profundo desgarrón
que en mi velamen provocan
el desdén, la indiferencia
y el silencio de una boca.

La bravura del oleaje
de tu calmada presencia
ha roto mi cordaje
y me crujen los maderos
ante el cerco de tu ausencia.

Se resienten mis morteros
ante tanto fuego inútil
disparado en andanadas
de poemas peregrinos
acosados por la fútil
tendencia de estos tiempos
desatenta de los bardos del camino.

Y entre náufragos temores,
a la luz de un subterfugio,
veo, todavía cuerdo,
que no encontraré refugio
ni siquiera en tu recuerdo.

“En la playa”
En arena gravé un nombre
una ola lo borró
La ola no sabe, no,
la soledad de este hombre.

Brilla la arena de cuarzo.
Brillan las olas del mar.
Yo te pudiera besar
desde febrero hasta marzo.

Conversan, enamorados,
en la orilla de la playa.
Yo tengo un verso que estalla
y un amor desesperado.

Viene un perro cariñoso
cuando olfatea mi olor.
Saturado estoy de amor
y salta el perro, dichoso.

Se deja peinar la duna,
benévola, por el aire
y yo olvido tu desaire
contemplando la laguna.


Cape Town en el horizonte,
adonde mi vista alcanza.
Va subiendo mi esperanza
sobre la mesa del monte.

Se baña el canto rodado
en el fulgor de las olas
y yo sigo aquí, a solas,
sin un beso apasionado.

“Tres corazones negros”
Tres corazones negros
encontré en la playa;
nos hicimos amigos
pues allí lloraban.

Tropecé una mariposa
exhausta sobre la arena;
de cuerpo una caracola,
mas le faltan las antenas.

En la playa del amor
las caracolas son mariposas
y las piedras corazones,
pero me falta una rosa.

Hastiados y jadeantes van,
hacia el puerto, los navíos.
Me traje tres corazones
y en la playa quedó el mío.


“Amar”
Se me han perdido los verbos
que designan las acciones,
creo escuchar oraciones
en el pico de los cuervos.
Con ojo admirado observo
las vueltas que da el azar.
La suerte puede tocar
a mi puerta cualquier día
y hacer de mi poesía
un solo verbo: amar.

“Amor”
He destilado canciones,
he triturado poemas;
estoy buscando fonemas
de febriles emociones.
Con un as de corazones
voy conjurando el dolor;
ni una duda, ni un temor
se alberga en mi pecho altivo;
queda un solo sustantivo
que en ti se nombra: amor.

“Estar enamorado”
Cuando te falte una costilla
y el corazón te lata con desgano,
cuando te brote una letrilla
y la pluma te tiemble entre las manos,
ese día sabrás
que estás enamorado.

Cuando veas en la vitrina
ese vestido que le hubiera gustado,
cuando aspires en todas las esquinas
aquel perfume que le has regalado,
ese día sabrás
que estás enamorado.

Cuando quieras parecer un cóctel
de Tom Cruise y Leonardo di Caprio,
cuando quieras ambicioso tener
todas las virtudes y los siete pecados,
ese día sabrás
que estás enamorado.

Cuando veas en la erótica web
que tu sitio ha sido cancelado,
cuando busques en la red
y sólo su nombre sea el resultado,
ese día sabrás
que estás enamorado.

Cuando multitud de rostros
en uno solo veas conjugado,
cuando te reten los monstruos
del presente, del futuro y del pasado,
ese día sabrás
que estás enamorado.

Cuando tu sueño de amante
te mantenga de noche desvelado
y tu apetito cante
el himno del desterrado,
ese día sabrás
que estás enamorado.

Cuando al despertar ansioso
la busques en la almohada, a tu lado
y descubras dichoso
que ella es lo que siempre has soñado
ese día sabrás
que estás enamorado.

Cuando pases todo el día
esperando anhelante su llamado
y el teléfono te insulte
con un guarismo equivocado,
ese día sabrás
que estás enamorado.

Cuando, en medio de la calle,
triste te sientas y desamparado
y sin ella, un laberinto halles
en el supermercado,
ese día sabrás
que estás enamorado.

Cuando por ella renuncies a tu fe
para creer en un solo milagro,
cuando la busques en el fondo del café
y en el humo del cigarro,
ese día sabrás
que estás enamorado.

Cuando sientas celos
hasta de la sombra de tu sombrero tejano
cuando mires al cielo
pensando que Dios te castiga en vano,
ese día sabrás
que estás enamorado.


Cuando a veces prefieras morir
que verte rechazado,
cuando sólo valga la pena vivir
estando a su lado,
ese día sabrás
que estás enamorado.

Cuando, al brotar de una lágrima
veas el cielo nublado,
cuando en tu cara la lástima
ponga el cartel de “OCUPADO”,
ese día sabrás
que estás enamorado.

Cuando imagines su casa
y tus hijos corriendo por el patio,
cuando creas en tus canas
algún día reposando en su costado,
ese día sabrás
que estás enamorado.

Si estas dispuesto al sacrificio,
a pedirle visa al consulado,
a adorar otro santo, a cambiar de oficio,
a abaratar tu orgullo en el mercado,
entonces sabrás
que estás enamorado.

“Allá en el monte sombrío”
Allá en el monte sombrío
reina el verde Marabú.
Tiene guarida el Sijú
donde rompe el lomerío.
Y en el susurrante río,
en cuyas aguas me arrojo,
puso a su amor un cerrojo
una guajira divina,
clavándome dura espina
que en el corazón alojo.



“Conjugaciones”
No creía quererte pero te quería.
No quiero quererte pero te quiero.
No podría quererte pero te querría.
Nunca querría decir: “te quise”
Siempre querría que me quisieras
y te querré como no te han querido.
¿Jamás seremos de los que se quieren
siendo yo de los que queremos?
¿Pasaré a tu memoria como el que querías
o seré de los que te quisieron?
Quizás un día sepas que me quisiste
o talvez recuerdes al que te quiso;
pero a pesar de que no me quieres,
todavía creo que nos querremos.

“La sonrisa de Gioconda”
Hoy la soledad me ronda
como siempre, en mi cabeza;
adivino sin certeza
la sonrisa de Gioconda.
¿Es una verdad redonda
que tiene que ver conmigo?
Lo intuyo, mas no consigo
descifrar su raro enigma.
¿Se referirá al estigma
que llevas bajo el ombligo?

“Champán en sus fresas”
Como deuda es la promesa,
yo me había prometido
regresarte del olvido
donde te encontrabas presa,
poner champán en tu mesa
para acompañar las frutas,
más que grandes, diminutas,
pero de rico dulzor;
preñadas iban de amor
que he encontrado por mi ruta.

Hoy te regalé las fresas
pero el champán escasea.
¡Mira si la cosa es fea!

Espero en otra ocasión
hacer regalo completo:
algún platillo repleto
con las lonjas de jamón,
aceitunas, requesón,
todo tipo de aderezos,
el fruto de los cerezos,
ese licor espumeante
y un poco de amor picante
endulzado con mis besos.


“Opus 57”
Hay una muchacha en Ópticas Müller
con el rostro más lindo de Cape Town;
yo la he visto algún lunes
con sus ojos color Brown.

En el mundo habrá millones de muchachas
con ojos preciosos, más hermosos que los tuyos;
pero son tus ojos, tus ojos de melaza
los que me llenan de orgullo.

Iba riendo por la calle Long
y su risa fue un terremoto;
dientes blancos, como el algodón;
la llevaba un galán en su moto.

En el mundo habrá millones de doncellas
con dientes preciosos, más blancos que los tuyos;
pero es tu risa, tu risa bella
la que más yo disfruto.

Ella tenía ese pelo tan lacio y sedoso
como en la revista de las vanidades,
la llevaba en su auto un señor, pretencioso
de la potencia y las velocidades.

En el mundo habrá millones de mujeres
con el cabello largo, más sedoso que el tuyo;
pero a tu pelo cantaré un miserere
cuando lo rocen estos dedos rústicos.

Esa chica que anida en el octavo piso
tiene un cuerpo escultural:
senos, piernas, nalgas, cabello rojizo;
con todo pelo y señal.

En el mundo habrá millones de modelos
con cuerpos hermosos, más sensuales que el tuyo;
pero yo, en las noches, me desvelo
pensando, sólo, en tu cuerpo menudo.

Hay un hombre escribiendo estos versos
con una mirada singular;
mira en su alma tu reflejo inverso
espejo de su soñar.

En el mundo habrá más de un trovador
que escriba versos más bellos que los míos,
pero estos versos llevan más amor
que toda el agua de los ríos.


“Yo tengo un amor muy triste”
Yo tengo un amor muy triste
en el ojo del ciclón;
yo tengo un amor en ristre
y terciada la pasión.

Mi amor es irracional
loco, maniaco perdido,
que ha libado en tu panal
y ha de morir en tu nido.

Este amor que sube cuestas,
cruza ríos, rompe montes,
es como una lanza enhiesta
como el canto del sinsonte.

No sabe mi amor de muros,
de rejas, ni callejones:
yo tengo un amor oscuro
huido de barracones.

Tiene atributos mi amor
cuando ha llegado a tu puerta:
una herida abierta en flor
y un chorro de sangre muerta.

Para llegar a tu cielo
le han quitado las escalas
y en el vértigo del vuelo
se ha roto mi amor las alas.

Mi amor, que no tiene suerte,
se quiere morir de prisa
y está esperando la muerte
colgado de tu sonrisa.


“Yo tengo un amor gigante”
Se me ha atascado el menguante
en lo arribita del cielo,
pues la luna tiene celos
de ver tu luz tan brillante.
Yo tengo un amor gigante
pariente de Pantagruel
que engullendo como aquel
todo lo que encuentra al paso
quiere beber de un porrazo
todo el dulzor de tu miel



“¿Preguntas porqué te amo?”
¿Preguntas porqué te amo?
No sabría definirlo,
pues simplemente te quiero
sin sentencias ni algoritmos.
Te amo porque te amo,
cuando fluye en mi organismo
como una miel duradera
más dulce que el maná místico,
como un río de ternuras
que llena en el mar abismos,
un parpadeo de estrellas,
un murmullo de caminos.
Amo de ti cada parte
o anatómico escondrijo
donde imagino mis manos
si en el sueño te acaricio.
Amo en tu pelo las vueltas,
los melosos ojos pícaros,
de tu rostro cada peca,
de tus cejas los pelillos
Amo tu nariz, tu boca:
quimera de los labios míos;
cada dedo de tus manos
con sus plateados anillos.
Amo el eco de tu risa
provocando un cataclismo
con epicentro en mi alma
que queda por el ombligo.
Por amar, amo tus huesos,
de tus venas los latidos,
de tu sangre cada gota,
de tu ropa cada hilo.
Te amo porque te extraño:
cuando no estás conmigo
cada hora es un rebaño
de minutos sin sentido;
cada segundo una pena
que me dan como castigo.
Te amo por cada paso
que das en tu recorrido,
cada lágrima en tus ojos
y el eco de tus oídos.
Te amo igual si eres brusca,
si se afean tus motivos,
si a veces no son tan dulces
los vocablos proferidos.
Te amo si me das odio,
te amo cuando das cariño,
amo en tu voz el susurro
como también amo el grito.
Te amo si te ves delgada,
si se resiente tu estilo
y mi corazón se estrecha
si no tienes apetito.
Por ti amo hasta tu madre
sin haberla conocido,
con todo el amor del alma
amaría yo a tus hijos.
Este amor es abundante,
este es un amor prolijo,
este es un amor perplejo
resolviendo tu acertijo.
Este es un amor de siempre.
Este es un amor mendigo.
Si a pesar de todo lucho
para que sea recíproco
es porque me ha dado pena
echarlo en el precipicio.
Dejar que este amor se pierda
será un crimen: amorcidio
y yo no tengo atenuantes
que me salven en el juicio.




“Abril”
Ya se marcha la misteriosa noche
se matiza de rosa la alborada
y me dice el reloj que está marcada
mi existencia con la ira y el reproche.

Con la luz matinal se pone broche
al cofre natural de la estrellada.
Con su fanal de luz nunca acabada
se desliza el sol en torpe coche.

El mundo que se ve por la ventana
me trae algún recuerdo del mañana.
Mi corazón late así, lento y ahíto,

a la sombra de una mínima esperanza
y la pluma de abril entra en confianza
cuando el cielo ya no es tan infinito.

“Mayo”
Después de Abril vino Mayo
presentando credenciales
de aguaceros torrenciales
y en mi corazón yo hallo
un latido de vasallo,
un amoroso compás,
un sentimiento tenaz,
casi un eterno rugido,
el misterio de un aullido
y un hambre, de ti, voraz.

“¿Porqué razón estás lejos?”
¿Porqué razón estás lejos?
¿Porqué no estás a mi lado?
¿Qué dragón te ha cautivado
dama de mil reflejos?
¿Qué cerrojos, que aparejos
te mantienen retenida?
Voy cabalgando sin vida
sobre fiel cabalgadura,
sin lanza y sin armadura
y es muy profunda mi herida.

“¿Que tendría que hacer para olvidarte?”
Tendría que morirme sabiamente
sin llevarme a la tumba mis recuerdos,
entrar al manicomio de los cuerdos
y curar mi locura plenamente.

Tendría que mirarte indiferente
con la mirada torpe de los lerdos,
tendría que llegar a algún acuerdo
con la memoria absurda de mi mente.

Tendría que matar un sentimiento.
Tendría que romper mi juramento.
¿Dónde iría mi sangre de adorarte?

¿Dónde irían mi amor y mi ternura,
dónde mi razón y mi armadura?
¿Qué tendría que hacer para olvidarte?



“Elegía inconclusa para un amor demorado”
Cuando el día me llegue de olvidarlo todo,
incluso la hora de mi muerte,
cuando llegue el tiempo del cansancio y del lodo,
del postrero minuto de quererte.

Recordaré una ciudad en un cabo del África
donde navegó mi buque de esperanza
para naufragar en tus costas geográficas
trampa, fin y escollo de mis alabanzas.

Recordaré que hubo una montaña
en cuyas laderas el amor se escondía
y yo lo buscaba sin tino y sin saña
en la oscuridad de los mediodías.

Recordaré que hubo un restaurante
donde te hablé mucho sin pedirte nada,
como un caballero mendicante
rinde las armas a su enamorada.

Recordaré, en fin, aquella playa,
estación destino del torrente atlántico,
donde escribí versos, en las olas que estallan,
fundando mis cimientos de poeta romántico.

Ese aciago día de una tarde lluviosa,
como de aquel invierno que no pasé contigo,
tomaré mi azada y cavaré honda fosa,
más honda que el infierno del castigo,

me quitaré el rostro convertido en máscara,
sembraré mi corazón en tierra buena,
desvestiré mi cuerpo de su cáscara
y guardaré mi amor en la alacena,

tiraré mi reloj de aguardarte a la basura,
redactaré con mano firme mi epitafio,
mulliré con tu voz la sepultura
y pensando en ti me moriré despacio.

“Por mucho que intento”
Por mucho que intento endurecer mi costra,
una tenaz coraza que me proteja de vos,
no logro, sin embargo, convertirme en ostra
y sigo con mis valvas partidas en dos.

Por mucho que trato de tornarme ciego
y de que en mi ceguera no verla más a vos,
hay una luz que penetra, ante la cual me pliego,
una luz que ilumina el camino entre dos.

Por mucho que quiero que mi barca recale
en un puerto seguro, alejado de vos,
no logro, no obstante, que alguien me regale
el abismo profundo que nos separe a los dos.

Por mucho que procuro de que me lleve el viento
donde no halle la más mínima noticia de vos,
se encogen mis alas ante el temor que siento
de también en el cielo encontrarnos los dos.

Si un día la muerte, esa sierpe a la espera,
nos trata indiferente como lo haces vos
agonizarán los relojes, heridas las esferas,
y te aseguro que nunca moriremos los dos.



“Para salvar tu nombre”
El tiempo corre de prisa,
yo me quedo aquí estancado,
a tu imagen voy clavado
y a tu telúrica risa.
Me baten, como una brisa,
los segundos en el rostro,
un minuto es como un monstruo
que mi existencia devora,
sus jaurías, en las horas,
me persiguen desde el ostro.

Pasa un año y su rondó;
ya no sé de donde vengo;
ni mínima idea tengo
de si el camino soy yo.
¿qué destino me arrojó
a la rueda de la suerte
que, sobre mí, carga fuerte
su inexorable demencia,
queriendo llenar de ausencia
el faetón de mi muerte?

Para alegrar su tristeza
necesitará mi tumba
el repicar de una rumba,
un concurso de belleza,
un baile con su fiereza
y un animal que escombre
sobre el cadáver de un hombre
el tedio y el desencanto,
para que mate mi espanto,
para que salve tu nombre.



“Olvido”
Ya no recuerdo tu rostro,
te juro que ni una peca,
ni un diente de tu sonrisa,
ni tu mirada traviesa,
ni una rosca de tu pelo,
ni una curva de tus piernas
y tus ojos de melaza
ya no son crueles hogueras
de las que abrasan por dentro
a un hombre de las cavernas.

He borrado tu apellido
que he convertido en la huerta
donde cultivo las viandas
que en las noches me alimentan;
las noches insoportables
de la soledad violenta
y de mencionar tu nombre
ya el corazón no me tiembla
debe ser la taquicardia
esa enfermedad abyecta
que padecemos los hombres
llegando a la edad provecta.

Si te conocí algún día
no tengo ninguna idea
aquella tarde en La Habana
mi disco duro no encuentra
y el insomnio de esa noche
fue un sueño aunque no parezca.

Ya olvidé la madrugada
en casa de Thomas ¿te acuerdas?
en que bailaste conmigo
que soy de cintura tiesa.

Tampoco me acuerdo ya
de aquella triste rabieta
en que me cabreé contigo
en un mitin de la sexta
y te saltaron las lágrimas
condenando mi conciencia
a este castigo infinito
que no merece clemencia.
Pero como no me acuerdo
perdóname aquella ofensa.

El día que cumpliste años
puede haber sido cualquiera;
de verdad que no recuerdo
que en medio de mayo queda,
ni que te di aquel perfume,
¿de que me abrazaste?, apenas.
¿Por qué cada dieciséis
voy a prenderle una vela
a una santa Yaquelín
que en el santoral no cuenta?

Y de aquel restaurante,
italiano, de primera,
donde te llevé ese día
a declararte mi pena,
Ay! que memoria la mía,
ya no sé ni donde queda.
¿No está frente a aquella plaza
de altas torres envuelta?
Se llamaba Baby algo
y la pizza no era buena.
Sólo pedí enamorarte,
no pedí que me quisieras,
y escribirte a cada rato
algún que otro poema.

¿Cómo era aquella rima
la vez de ser la primera?
¿Hablaba de la locura?
¿Hablaba de algún poeta?
Daría un millón de besos
si recordarla pudiera
pero he olvidado esos versos
como he olvidado su gesta.
¿Y a quién iban dirigidos?
Seguro no lo recuerdas.

Ay! como tengo la mente.
Creo padezco de amnesia.
¿era el voleibol el juego
en la que eras maestra?
¿yo era el que te acompañaba
en aquella competencia,
donde te serví refrescos
de los que beben atletas?
Tu corriste de relevo.
¿Quién te esperaba en la meta?

¿Estaba muy fría el agua
helada de la playa aquella
donde nadábamos juntos
según esta foto muestra?
Parece que nos reíamos
cuando formamos pareja,
sólo para el objetivo
de aquella cámara nueva.
Mi risa era de alegría
y la tuya, ¿de que era?

¿Cuando nos fuimos a Cuba?
Mi memoria no se acuerda
que te llamé cada día
y tú, ni una vez siquiera.
Que largos son los diciembres
que no caen en primavera.

¿Viviste algún día en casa?
El veinticuatro me suena.
¿Comiste alas de pollo?
No era buena la alacena,
ni era bueno el cocinero,
ni fueron buenas las cenas.
Yo no sé como engordaste
en tres semanas apenas.

¿Había allí alguna playa?
Yo no recuerdo, en la arena,
la sinfonía de fuego
mientras temblaban mis piernas,
ni dormir en el sofá
las madrugadas enteras.

Luego me he pasado un año
saltando de alegría en pena,
entrenando mi cerebro
en borrón y cuenta nueva,
de un amor que se resiste
tal como una mala hierba,
como la blanca brujita
que se esconde en la maceta;
tan solo un poco de agua
y resucita la muerta
porque tiene las raíces
bien prendidas en la tierra,
que en este caso es mi pecho
que mi corazón aprieta.

Otros amores tuve
se me abrieron otras puertas
y me posé en otras ramas
y disfruté otras violetas,
hasta que logré olvidarte
como se olvidan las puestas
de sol y los terremotos
y las ventanas abiertas,
como se olvida el rugir
de la lluvia en las cubiertas,
el viento del huracán
y la risa de las hienas,
el olor de los jazmines
y el brillo de las estrellas.


Si encontrarnos algún día
en eso el destino acierta
verás que no te dirijo
ninguna mirada tierna
y si corre alguna lágrima
aunque sea una pequeña
se me ha metido en el ojo
alguna paja traviesa,
pues, como ya te he olvidado,
a aquella muchacha bella
por mucho que me esforzara
no podré reconocerla.


“Me dice la lluvia que ya la he perdido”
¿Dónde está la luna que alumbra mi vida?
¿Dónde ha ido el viento que hinchaba mis velas?
¿Qué se ha hecho el bálsamo que cura mi herida?
Ya no oigo su risa por mis callejuelas.

¿Donde está el río que saciaba mi sed?
¿Donde ha ido el pasto que hartaba mi hambre?
¿Que se ha hecho el nudo que ataba mi red?
Se ha perdido su rostro dentro de mi sangre.

¿Donde está el cometa que me da esperanza?
¿Dónde ha ido el canto de mi ruiseñor?
¿Qué se ha hecho el vino que me da confianza?
Ya mis alegrías son sólo dolor.

Me sobra cansancio y me falta latido.
Mi alma emplumada no puede volar.
Me dice la lluvia que ya le he perdido
y solo me queda llover y tronar.

“Nunca fuiste naufragio”
Has llenado mi vida lenta y dulcemente
como se llenan las sombras de los líquenes mansos
y le has dado un sentido a mi caótica mente
como el ágil y ordenado vuelo de los gansos.

Mi alma creía estar a salvo, a veces,
del amor, de la risa, de la pena y del llanto.
Como un día azul, que en invierno aparece
fuiste mi alegría, mi tristeza y quebranto.

Pues llegaste a mi vida ya plateando mis sienes
eres la cosa más linda que me hubiera pasado
y me diste la fuerza y el brío de los trenes
para aguantar esta flecha clavada en el costado.

Mira tú que tonto, traté de pretenderte
cuando apenas alcanzo a atarte los zapatos,
pero hoy, que ya no sé si ganarte o perderte
llenos están mis restos de demonios insensatos.

No quiero despedirme, ni puedo desprenderme
de este amor que mata como reza el adagio.
No puedo reprocharte si no puedes quererme
y aunque nunca te tuve, nunca fuiste naufragio.