miércoles, enero 31, 2007

La felicidad política

No es que me caiga bien, pero el japonés (Emilio Ichcikawa) casi siempre da en el clavo. Me gustaría especular un poco en la onda de “Rodamos Ponchados” acerca de este tema que quizás la falta de futuro de Cuba se deba a su falta de pasado. La historia ha sido borrada por la dictadura y ha sido convertida en una entelequia justificativa del presente. Hoy el pasado en Cuba es el pasado que ha diseñado el Coma-andante, el que se ha encargado de difundir mediante el Ministerio de la Verdad, de una manera tan eficiente que hasta los que vivieron ese pasado se creen la versión del Coma-andante y sus recuerdos han sido transformados por la repetición ad infinitum de las mismas mentiras, igual a la forma en que a veces los hijos recuerdan su infancia, más por las historias que les han contado sus padres que por las impresiones guardadas en sus tiernos y confusos cerebros.
"Lo que permanece escondido no se conoce y de lo desconocido no se siente deseo ninguno" (Ovidio)
Por otro lado se ha vedado todo acceso al conocimiento de lo que pasa en el exterior, no sólo los cubanos no tienen derecho a leer periódicos tan importantes como El Washington Post o el New York Times (por mencionar tan siquiera los preferidos de Coma-andante) sino que las cubanas no tienen el derecho de leer siquiera las revistas Vanidades, Cosmopolitan o novelas de corazón como las de Corín Tellado. El ejemplo más evidente de lo impenetrable del cerco informativo es como fueron sacadas de la circulación las revistas Sputnik y Novedades de Moscú que eran de las pocas publicaciones extranjeras que circulaban en Cuba a finales de los 80. Tampoco se pueden adquirir la revista Vietnam, o alguna publicación de China o Venezolana, los nuevos aliados de La Habana. Posiblemente hoy ningún cubano menor de veinte años sepa lo que significa El Correo de la UNESCO, ni puta idea tienen de las blancas tetas Play Boy, ni de las tetas negras de National Geographic.
En fin Cuba se ha quedado sin referencias, tanto internas como externas, tanto históricas como literarias, periodísticas, musicales, audiovisuales, táctiles, gustativas, olfativas, etc. Al perder las referencias se pierden las aspiraciones, imaginando que lo que se tiene es lo mejor o que no merece la pena cambiarlo para obtener todo lo malo que puede venir del exterior o del pasado, especialmente cuando exterior y pasado se convierten en sinónimos en las palabras de Castro (¿el bueno?) cuando en su primer discurso de su Castro-interinato amenazó a los cubanos con que los malo-americanos querían volverlos al pasado de la misma manera que en la Granja Animal Napoleón amedrentaba a los animales con el regreso del señor Jones. Como si se tratara de una novela de horror “Bush y la máquina del tiempo”
Y un pueblo sin referencias y sin aspiraciones (¿o sin esperanzas?) es un pueblo muerto donde sus habitantes sólo piensan en marcharse hacia nuevos horizontes que normalmente están al norte, aunque no necesariamente, porque bien se sabe que hay cubanos regados desde Australia hasta Alaska así como en lugares a los cuales ni los Hebreos ni los Gitanos siquiera soñaron llegar.

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