jueves, junio 28, 2007

"La noche"

Luego de un sol asesino
vistió la noche de urraca
y en la brisa palidecen
los rubores de la playa.

El cielo, azul en la tarde,
ya es una torta bellaca,
como un gran pudín de negro.
Estrellas: trémulas pasas.

Un vocerío de grillos
inunda oscuras distancias,
mientras el miedo retumba
en el cantar de las ranas.

De los perros, el aullido,
se encabrita en las montañas
y el olor de los jazmines
los semblantes apuñala.

Cuando la noche es así
y la luna está de gala
el frío de mis recuerdos
hasta los huesos me cala.

“El Sueño”

Ayer tuve un extraño sueño,
un sueño fantasioso y delirante;
en él, me convertía en seño,
en seño, de señora, fulminante.

Del entrecejo, rodando, cual serpiente,
caí en lo profundo de una boca,
mientras reía, un solitario diente,
de la rubia melena de una roca.

Luego transmutado en cuervo,
que mira en su reloj pasar las horas,
he volado persiguiendo un ciervo
con una cornamenta abrumadora.

El cuervo, convertido en barca,
navegó cual fantasma entre las brumas
y en el medio de una ardiente charca,
se entretuvo cosechando las espumas.

La barca, pronto fue una ardilla
golosa, que se hartaba de cometas
y mi alma se trocó en arcilla
cuando el sol me despertaba hecho poeta.

“Sabineando”

"Es mentira que sea un caballero cuando nadie me ve"
______________________________________Joaquín Sabina


Hoy he despertado con el sol en la cara
y un regusto de cerveza pernoctando en mi boca
y yo, que ya de joven me salían escaras
con más de cuatro horas en esta cama loca.

Me levanto y del vaso que dejé en la ventana
me refresco el gaznate ardiente como infierno.
Veo con angustia que te han salido canas
en esa foto tuya que tomé aquel invierno.

Sin poder afeitarme me calzo y me visto
y salgo a la calle para dar mi espectáculo
Me gritan los espejos: “Te pareces un cristo
vendiendo indulgencias en el tabernáculo.”

Me detengo un momento a leer el diario
en la vidriera rota de ese pobre estanquillo.
Anuncian que ha bajado el interés nobiliario
mientras las puntocom se llenan los bolsillos.

Como bola por tronera entro a la oficina
el jefe está molesto y me grita: “tarado”
Mientras la secretaria limpia las cortinas
pienso que hay rebajas en el supermercado.

Observando sus piernas, esas dos esculturas
hablo maravillas, negociando una cita,
de su cara, su pelo, su nariz, su cintura,
de su anciano padre y sus tres hermanitas.

Con su más agrio rostro me da calabazas
y hasta de propina algunos improperios:
“Forníquese a su madre en su propia casa
o vaya a hacerse pajas a los cementerios”

En un mar de papeles navego furioso.
remando y remando sin llegar a la orilla.
Atiendo dos clientes y un millar de curiosos.
El culo me duele y no dan más las rodillas.

Luego, como a las cinco, salgo a caminar
y mientras, en mi casa, me espera Soledad,
planeando como un buitre aterrizo en un bar.
No hay mejor inventora que la necesidad.

Como al cuarto tequila, estoy algo mareado,
resbalo en la silla y le doy con el codo
al que bebe cervezas en la silla de al lado
y le pido disculpas pero el que: “ni modo”

Me traba por el pecho como a una falleba,
me sopla un gaznatón que me tiende en el piso.
Veo un millón de estrellas, las tetas de Eva
y los huevos de Adán allá en el Paraíso.

El barman defendiendo a su cliente habitual
me levanta y me lleva a su cuarto de curas
y luego me traslada de urgencia al hospital
pues se ha agotado en casa el hilo de sutura.

Como a los cuatro siglos dicen que estoy mejor.
es decir estoy vivo, aunque no bueno y sano,
que no hallan remedio para este mal de amor:
-“ni con la cirugía”- me dice el cirujano.

Volveré a mi rutina, la añoranza, los bares,
de que ya no me importas haré un simulacro
y mientras en las noches recorra tus altares
me dirán mis recuerdos: “la vida es un atraco.”

“Crimen Pasional”

Hoy he matado a la melancolía
esa adorable traidora
que me endilgaba, entre mil tonterías,
su aria de ametralladora.

Hoy que sufro más que un niuyorkino
sin sus pastillas
aprenden a nadar mis penas, en el vino,
y mis pesadillas.

El arma homicida, que encontró la policía,
fue el filo de la aurora
y si fuera atenuante, no me lo atenuaría
tu risa reidora.

Hoy que la vida me importa un pepino
si lo encuentro en el agro
me he convertido en un vil asesino
esperando un milagro.

Pero el cadáver ay! se revuelca y porfía
al compás de las olas:
que no se pueden matar las utopías
a tiros de pistola.

jueves, junio 21, 2007

Los Sin Cabeza

Necesario es conocer nuestra realidad para entender nuestra fantasía.”

Lúcido Apnea Sanaco (el Estoico)

Los sin cabeza1

Prolegómeno2

Se puede decir que fue por accidente que me inicié en el negocio de las hamburguesas. Todo comenzó al oscurecer, en una de esas tardes en que la razón va más allá de sus posibilidades reales y se pierde en elucubraciones metafísicas acerca del existencialismo de un rollo de papel sanitario, condenado a girar sobre su eje, en un devenir finito aunque no intrascendente, conduciéndonos mediante el útil despliegue de su tenue cascada de papel, a la ineludible certeza de la vida de ultratumba, la metempsicosis, el juicio final y la renovación del universo después de su destrucción.

Luego de mucho cavilar me había resignado a aceptar que no resolvería nunca el enigma del disco brillante. ¿Para que demonios fabricaron los antiguos aquel plano y circular pedazo de plástico pulimentado por ambas caras? Lo más intrigante era la capa reflectora, embebida dentro de la lámina flexible. Al principio pensé que sería un espejo, pero deseché la idea al observar el pequeño orificio central, porque ¿para qué alguien fabricaría un espejo en el que no se le reflejara la punta de la nariz? Estaba moliendo un kilo de picadillo, ya agotadas todas mis facultades intelectuales, cuando escuché un extraño ruido proveniente del laboratorio. Temeroso de que Johnny hubiera tenido un accidente, con alguno de los insólitos aparatos procedentes de las excavaciones, me apresuré a llegar al lugar, no sin antes apagar el horno pues el pan estaba casi a punto.

-Johnny, Johnny, ¿Donde estás hijo? ¿Qué ha pasado?- exclamé, todavía en la cocina, para ensayar, no fuera yo a hacer un mal papel delante del muchacho.

Cuando llegué al Laboratorio Johnny no se veía por todo aquello, sin embargo el absurdo ruido persistía, aunque no adivinaba exactamente su origen. Busqué por todas partes, incluso me quité los calcetines y pensé que debía lavarlos la próxima semana. Arrastrándome por una pequeña puerta me adentré en una habitación inmensa, en la que una niña, sentada sobre una moneda antigua de diez centavos, lloraba, en tanto comía pedacitos de pan sosteniéndolos alternadamente con ambas manos.

-Alicia – le pregunté – ¿Sabes de donde surge ese ruido?

- No Mister MacDonald - me contestó- ¿Y usted por casualidad no ha visto un conejo blanco?

-Al menos hoy no - le repliqué- en realidad fue la semana pasada cuando vi sobre la empalizada un gato de Cheshire, al que le advertí una sonrisa algo sarcástica, cuando me explicaba cuan poco importa el camino a tomar para salir de aquí.

-Pero es que ya no me interesan los gatos- me dijo sin dejar de llorar y comer pan.

-¿Compartirías un poco?- le supliqué - Es que tengo debilidad por la harina horneada- le expliqué cuando ya las lágrimas comenzaban a penetrar por los agujeros de los zapatos.

Me dio un trozo y probé un bocado, pero no era el ideal que estaba buscando, pues contenía poco salvado. Luego de saborearlo, la puerta creció y ya no tuve necesidad de arrastrarme para regresar al laboratorio, donde algo había cambiado -además de la puerta quiero decir-. Después de mucho explorar me sorprendió que la luz del sol que penetraba por la ventana se hubiera tornado rojiza como en cierta novela de Chesterton, alargándose extrañamente hasta iluminar un rincón, en el que saltó a la vista un antiguo artefacto aún sin clasificar. -¿Que misteriosa causa ha provocado que el aparato comience a funcionar? -me pregunté, pensando en Johnny, ese muchacho travieso que me tiene al borde de la demencia… pero no me supe la respuesta. Alguien había juntado varias piezas cúbicas con ranuras y las había enlazado mediante cables, enchufando el cuerpo principal a la corriente eléctrica, produciendo en los laterales el estrambótico sonido. Escuchando más atentamente me pareció reconocer las notas de algún exótico instrumento de viento, no conocido por mí hasta el momento, que no ejecutaba aparentemente ninguna música, no obstante había algo rítmico en su fraseo, que se yo, como si fuera algún misterioso código, pero bueno, yo no tenía tiempo para resolver siquiera un crucigrama bohemio, debía terminar el picadillo, preparar las hamburguesas, sacar el pan del horno, resolver el problema del disco brillante y Johnny que no aparece. Regresé a mis labores en la cocina y entonces noté que faltaba el disco. Este muchacho ¿Dónde rayos estará me…

-Hola Pa - entró Johnny de improviso como siempre.

-Johnny ¿Dónde te metiste muchacho que estas tan sucio, lleno de polvo, telarañas y no sé que son esas manchas prietas que tienes en todo el cuerpo?

-Es grasa Pa.

-Grasa… grasa ¿de donde rayos grasa?

-De la excavadora Pa.

-¿Y qué hacías tú en la excavadora?

-Me aburrí de escuchar el disco Pa y fui a arreglar la excavadora.

-¿Qué disco?

-El que brilla Pa. Descubrí que insertándolo en una ranura de ese aparato y apretando un botón se oye esa voz.

-Yo no escucho ninguna voz, sólo un ruido que sale del aparato.

-No Pa es una voz o como una voz y está diciendo algo Pa.

Después supe que lo que se escuchaba era algo extraordinario, si bien yo no lo pude identificar en el primer momento pero, mírelo usted mismo, así salió publicado por primera vez, hará como veinte años.

II

Desde los hallazgos arqueológicos iniciales, ya se podía sospechar, que estábamos ante un testimonio trascendental, sobre lo que podría llamarse el periodo gris de la cuarta era de las civilizaciones… pero no lo sospechamos. El descubrimiento ha estado preñado de dificultades, que no sólo le atañen a la especial naturaleza del polimérico soporte, sino también, como se vio más adelante, al desconocimiento absoluto de la “lengua” en que este fue “redactado” y bien se sabe que crías traen estas preñeces; pero gracias a una casualidad, como otras de la historia de los descubrimientos científicos, como aquella del célebre doctor Fleming y el descubrimiento de las propiedades medicinales de la Marihuana, o esa otra de la famosa Piedra para Rosita3 por la cual por fin los egipcios aprendieron a hablar en francés, se hizo posible la feliz traducción, luego no hubo más que aplicar la técnica de decodificación sónica4, para obtener un resultado bastante satisfactorio, aunque nunca se puede estar demasiado seguro de estas técnicas.

El breve relato fue atribuido a Anónimo5 y no posee, como otros del mismo autor, notoriedad literaria, aunque no se le puede quitar el mérito de darnos a conocer un raro caso de la historia de la humanidad, en el que un pueblo planeó e intentó construir un tipo de organización estatal utópica6. Por esta razón y más que todo por su notoria inverosimilitud, no dejará de interesar al lector, siempre ávido de conocer detalles de aquellos tiempos heroicos. (Cualquier parecido con la realidad es pura reincidencia)

Creemos importante destacar, que aunque el relato se puede y debe leerse sin tener que repasar las fastidiosas notas al pie, lo cual le confiere un sentido más anecdótico, es necesario advertir, que para los interesados en conocer, con un poco más de profundidad, aquellas extrañas circunstancias, les serían útiles esas brevísimas anotaciones al margen o por lo menos eso nos parece a nosotros. La historia de Anónimo es como sigue.

III

Cuentan que, en cierto apartado territorio7, existió el pueblo de los sin cabeza. En sus orígenes, este era un pueblo de hombres normales8, con su cabeza bien puesta sobre los hombros, análogamente a sus contemporáneos de otras naciones, pero, en el transcurso de unas pocas generaciones, se produjeron “hechos transcendentales” en su historia, que los condujeron a tomar la decisión de prescindir de lo que era, para ellos, un apéndice de escasa utilidad.

Anteriormente a estos “hechos transcendentales”, que se mencionan arriba9 e incluso durante un prolongado tiempo después, los hombres y mujeres de este pueblo habían usado su cabeza convencionalmente, es decir, respiraban, hablaban, escuchaban y observaban lo que acontecía a su alrededor: el vuelo de las aves, las luces de los autobuses, los anuncios lumínicos; disfrutaban de la fragancia de las flores, del sabor de los alimentos y las puestas de sol10. Habían desarrollado la literatura en sus manifestaciones clásicas y en las que no lo eran tanto11, así como otras artes, dentro de las cuales se destacaban la música y la danza12, cuya influencia lograron irradiar hasta muy distantes comarcas. Fue un pueblo de grandes escritores, músicos, comediantes, filósofos y pensadores.13

Aquellos “transcendentales acontecimientos” trajeron grandes cambios para la vida de esta nación14; así, fueron reprimidas antiguas religiones y sustituidas en gran medida por una nueva, cuyos dioses fueron héroes participantes de estos “memorables eventos”. Algunos fueron santificados en el momento de su muerte, como en religiones más primitivas, mientras otros adquirieron su carácter divino aún en vida, procedimiento ya antes observado en antiguas mitologías como la griega y la cristiana. También tenía en común con la cultura griega, una desmedida exageración y glorificación de estos “hechos transcendentales”, de la misma manera en que Homero exageraba en La Iliada el valor y las virtudes de los Aqueos durante la guerra de Troya.15 Esta tendencia Homérica, o si se quiere Evangélica, fue complementada con la censura de todo lo que pudiera contravenir la religión oficial.

Este absolutismo16 teocrático se manifestó en la represión, encarcelamiento, prohibición, censura17 y condena de aquellos autores estigmatizados con el anatema de …18, a los que se le dejaba tres opciones: sumarse a la corriente panegirista, una total renunciación a su arte o el abandono de la comarca19. Bajo estas condiciones el panorama de esta cultura llegó a ser verdaderamente sombrío, llevado de la mano por el empobrecimiento material, que fue, en última instancia, la causa de la miseria cultural y de la evolución peculiar de los sin cabeza.20

Gradualmente muchas cosas comenzaron a escasear; los alimentos eran cada vez peores y de sabor más desagradable; las carnes se prohibieron, por considerarse dañinas para la salud y fueron sustituidas por un raro alimento, del que se conocía su origen vegetal… aunque no exactamente cual; los lumínicos comenzaron a desaparecer y los que quedaban estaban apagados o eran tan vulgares, que no merecía la pena dedicarles siquiera una mirada; las luces de los autobuses… bueno, ni siquiera existían ya los autobuses; el valioso patrimonio arquitectónico se fue deteriorando aceleradamente y las nuevas construcciones del período eran en general de un pésimo gusto estético; las plantas dejaron de tener flores, de puro mustias y resecas que se encontraban, por la falta de cuidados apropiados; las aves sufrían raras enfermedades y morían de hambre o de tristeza por la falta de las flores21; los campos, otrora frondosos y fragantes, comenzaron a comportarse estériles y sombríos, debido al abandono y la desidia y se poblaron de extrañas plantas espinosas, que cubrían hasta los más apartados rincones.

IV

Durante los “gloriosos sucesos”, se dictaron22 medidas para limitar el pensamiento, debido a que la libertad de pensar era peligrosa para los logros, que se habían alcanzado como consecuencia23. Al principio sólo se limitaron aquellos pensamientos que estaban radicalmente en contra de la ideología dominante, por lo que los hombres comenzaron a emplear sutilezas para expresar sus disconformidades con la situación reinante. Como era difícil determinar, entre tantas sutilezas, cuales eran verdaderamente en contra del gobierno, debido también un poco a la torpeza de los censores24, fue necesario tomar medidas cada vez más restrictivas.25 Se comenzó por limitar las palabras con que los hombres podían expresarse, de esa forma se prohibieron las palabras: enfrentar, criticar, opinar, resistir, discutir y contra, así como todas sus raíces y derivadas, siendo menester suprimir la palabra “contraindicaciones” de las etiquetas de los frascos de medicina.

Por esa época comenzó la guerra de los sinónimos, ya que los antónimos26, por razones obvias, habían quedado abolidos con anterioridad. Cuando se comenzaba a emplear un sinónimo de algunas de las palabras que se encontraban en la lista negra, el vocablo también era incluido en el índice impronunciable, así sucesivamente, hasta que sólo quedó la palabra “si” (la palabra “no” había estado en la lista inicial) y el “positivismo” pasó a ser la corriente dominante, todas las cuestiones tuvieron una respuesta afirmativa y todas las preguntas adquirieron un tono condicional: ¿Si…?

No obstante, esto no desanimó a la población que se había ido adaptando a esta situación, por lo que el lenguaje se convirtió en monosilábico tonal. Se podía utilizar la palabra “si” de diferentes maneras para expresar las muy disímiles sensaciones y pensamientos, en dependencia de la longitud e intensidad de la “i”, el sonido más o menos sibilante de la “s” o la frecuencia, más o menos lenta, con que se podía pronunciar la única palabra que existía. Finalmente después de muchos debates en el parlamento, donde una parte, del único partido, opinaba que “si” y la otra opinaba que “si”, se adoptó la ley que prohibía el uso de cualquier palabra27. A partir de este momento se quemaron todos los libros por inservibles y el pensamiento comenzó a perecer al ser cortadas sus raíces nutrientes y de esta misma forma comenzó a declinar la gestualidad y todos los otros lenguajes no hablados que existían, sumiéndose la sociedad en un, cada vez más profundo, mutismo.

Despojada la cabeza de sus principales funciones, comenzó a atrofiarse por falta de uso. El cerebro se fue reduciendo a las más mínimas y primitivas funciones de control corporal, alcanzando un tamaño similar al de una mosca, hasta esfumarse definitivamente, trasladándose sus funciones a la medula espinal y quedando la cavidad craneana llena de un líquido viscoso. Los oídos se cerraron de forma paulatina y las orejas se transformaron en un colgajo a ambos lados del rostro. Los ojos, por comodidad, dejaron de abrirse a un mundo donde no había mucho que mirar. La lengua, sustraída de sus antiguas funciones, comenzó a quedar holgada dentro de la boca, restando cualquier impedimento al paso de los pocos alimentos que aún se conseguían y que abordaban directamente al esófago, dada la carencia de las piezas dentales, que habían sido removidas por no haber ya de que reír28. Llegado este momento se determinó que, siendo la cabeza un órgano inservible, debía ser suprimida y así se realizó.

V

Comenzó un plan nacional para extirpar las cabezas. Apareció entonces una vieja figura casi olvidada desde los “hechos transcendentales”: “El Decapitador”29. En cada municipio había un decapitador y se establecieron procedimientos quirúrgicos, para que todos los ciudadanos, sin excepción, fueran desprovistos del apéndice innecesario sin menoscabo para la vida. Algunos que ofrecían instintivamente alguna resistencia eran igualmente decapitados, para lo cual se aplicaba un procedimiento especial. Al final fueron decapitados los decapitadores para eliminar cualquier privilegio30.

La falta de la cabeza representaba cierto impedimento, pero como a todo se acostumbra uno, las personas se fueron acostumbrando a vivir sin ella. Esto tuvo muchas ventajas, pues ya no eran necesarios cuidados especiales para el cabello y consecuentemente se hicieron superfluos todo tipo de afeites y adornos como peines, hebillas, peinetas y otros objetos molestos y esto redundó en un gran ahorro para la economía de la nación, que por esa época estaba totalmente depauperada31.

Con el tiempo, por un lógico proceso de adaptación, los niños comenzaron a nacer sin cabeza. La cabeza de los niños había sido un problema fastidioso en los primeros momentos, ya que era necesario degollar a los recién nacidos, pero enseguida se encontró una solución temporal en la industria alimenticia, paliando en algo el gran problema alimentario. Se inauguró un nuevo indicador de salud: niños sin cabeza por cada mil nacidos vivos. Este indicador se fue reduciendo gradualmente hasta llegar a cero, acontecimiento celebrado como un gran éxito de la nación, un gran ejemplo ante el resto de los pueblos del mundo.

El estómago comenzó a jugar el papel fundamental de las funciones corporales, esto a la postre se convirtió en una pesadilla, debido a que no se pudo suprimir, totalmente, la ingestión de alimentos.

VI

Durante un tiempo la sociedad quedó un poco desorientada; pero, paulatinamente, descubrieron que podían establecer cierta relación mediante el tacto, por lo que la piel comenzó a desarrollarse como única parte sensorial del organismo, alcanzando a detectar las más mínimas vibraciones en el aire. Fue por entonces que la casualidad o la causalidad pusieron un granito de arena en esta historia, dándole un aspecto algo playero.

Estando un grupo de los hombres de este extraño pueblo, en una asamblea sobre el estado de cuentas de la nación, uno de los delegados dejó escapar un pedo. Anteriormente a este momento, ese noble acto no habría representado ninguna dificultad, impedidos de escuchar y de oler como estaban, esta acción hubiera pasado inadvertida pero, esta era una asamblea de notables, de hombres dotados de una extraordinaria sensibilidad y todos pudieron sentir esta sutil vibración en la piel, como una señal de una intensidad específica. Las respuestas no se hicieron esperar, a veces tímidamente, otras de forma rotunda, cada cual comenzó a expeler gases por el recto, que si alguien hubiera tenido la capacidad de oír, le hubiese parecido aquello un concierto de fagotes. Enseguida se corrió la noticia del nuevo método de comunicación, ya que, con un poco de entrenamiento, los hombres aprendieron a modular finamente las vibraciones que salían de sus esfínteres anales y perfeccionaron la capacidad “auditiva” de la piel.

En los primeros tiempos, estos sonidos no tenían demasiado significado, solamente indicaban una presencia o quizás un estado de ánimo; también existieron accidentes ocasionales, en los que a algún inexperto se le escapaba algún que otro chispetazo, pero con la práctica vinieron las habilidades y se ampliaron las posibilidades. Hubo quienes eran capaces de modular frases completas y de transmitir conceptos sobre las cosas y sobre la vida. De entre los más dotados surgieron “oradores” y hasta poetas que eran capaces de expresar las más hermosas imágenes. La música eclosionó, como nunca antes se había visto, originándose incontables melodías y ritmos, como el ahora desaparecido ritmo Fotuto y esto conllevó el renacer de la danza32.

Para esa época, el estómago había evolucionado, de tal forma, que era capaz de controlar al resto del organismo, mediante conexiones seudo-sinápticas33 establecidas con la médula espinal. Con el perfeccionamiento de la técnica llegó el momento en que empezaron a circular nuevamente las ideas, se inauguraron diccionarios sonoros y floreció el arte de interpretación de los pedos y se pudo establecer casi científicamente cuando un pedo era involuntario y cuando tenía un significado preciso e inequívoco. Todo esto condujo al análisis del status quo. Primero veladamente, luego sin tapujos, empezaron los cuestionamientos, se extendieron los rumores y se alteraron los ánimos34, lo cual preocupó extraordinariamente al gobierno, que vio peligrar, nuevamente, las conquistas por tantos años conservadas. Pero ya el proceso era irreversible y cierto día, que la humanidad aún recuerda, los hombres de aquella nación, reunidos en asamblea general del pueblo, con un contundente y atronador pedo, derrocaron el sistema35.

Epígonos

Como recompensa por este gran descubrimiento Johnny sólo recibió un diploma de la dirección de la escuela, pero por arreglar la excavadora le otorgaron el importante premio Novoa y ese dinerito, que aunque no era mucho, me permitió montar la hamburguesería y dejar el instituto donde… casi no trabajaba.

¿Pregunta usted por Johnny? Hace varios días que no viene por aquí. Desde que se casó con Alicia se ha ido a vivir a través del espejo, él hubiera querido seguir viviendo conmigo, pero yo no he podido traspasar esa barrera que transforma esta realidad en una bien distinta y ella no ha resistido vivir aquí por mucho tiempo, sobre todo porque la situación está cada día peor. Yo me voy defendiendo con este negocio de las hamburguesas, pero ahora se hace más difícil conseguir los ingredientes. De Pascuas a San Juan, Alicia me trae, desde el otro lado del espejo, un conejo blanco o algún gato reidor y algo de ese pan mágico, que no sé de donde lo saca, pero la clientela es cada vez más escasa, pues ya la gente no puede pagar el precio de las hamburguesas.

Me aburro un poco con esta soledad, todavía recuerdo casi a diario aquel antiguo y querido papel sanitario aunque debo confesar que más por su carácter utilitario que por sus propiedades metafísicas y a veces escucho aquel viejo aparato del disco o hablo con Alicia cuando viene de visita, pero mi conversación le aburre, una vez la escuche decir: …“¿Cómo puede una hablar con una persona que se empeña en decir siempre la misma cosa? - En esa ocasión el gatito sólo ronroneó y era imposible saber si estaba diciendo que «sí» o que «no».”…

Un momento… deja ver que es ese ruido. ¡Ah! casualmente por ahí viene Johnny.

  • Hola Pa.

  • Johnny mijo ¿qué pasa allá afuera?

  • No salgas Pa, es desagradable estar afuera.

  • Pero Johnny dime que sucede ¿Qué es ese estruendo que se escucha, como de fuelles con piteras?

  • Protestas Pa

  • ¿Protestas? ¿Cómo protestas? ¿Qué tipo de protestas?

  • La gente ha salido a las calles para protestar Pa.

  • Iré a ver que baraúnda es esa.

  • No te lo aconsejo Pa

  • ¿Por qué Johnny?

  • Porque apesta Pa

1 Título original “Breve Historia Comentada y Casi Razonada de la Tribu de Los Sin Cabeza”.

2 Segunda acepción.

3 Existió una gran confusión con el nombre de la dichosa piedra que como hoy se sabe lleva el nombre de una concubina de Napoleón, a la cual estaba destinada como regalo, pero resulta que, no se sabe bien, si a causa de la imposibilidad de los árabes, que la transportaban, de pronunciar correctamente el nombre o porque los tenedores de libros ingleses, al asentarla en el inventario del ejército, tratando de imitar la pronunciación en ese idioma sustituyeron la “i” por una “e” y se duplicó la “t”, por esa inveterada costumbre inglesa de doblar las consonantes aunque no hagan falta, fue que la Piedra de Rosita se convirtió en la Rosetta’s Stone o simplemente Piedra de Rosetta.

4 Método de Peyo Lafrocán, algoritmo Mozambique, subrutina María Caracoles.

5 Prolífico autor de la antigüedad, de vida extraordinaria y larga, a cuya pluma se deben notables obras. En opinión de otros autores Anónimo fue una dinastía de escritores, que transmitían su oficio de padres a hijos, tal como la de los Antoninos de la Roma imperial.

6 Ver en esta misma colección Utopía por Tomás Moro, El Falansterio por Charles Fourier y Del Socialismo Utópico al Socialismo Científico por Friedrich Engels.

7 Acefalia: Comprende una comarca situada entre el Polo Norte y el Polo Sur y al este del meridiano 483, ni muy cerca, ni demasiado lejos del Pelospornelson, pero no confundir con Tesalia, la Galia, Farsalia o Alitalia.

8 Se refiere al conjunto de los hombres, porque cada individuo es intrínsecamente anormal.

9 En este caso es el anverso de la página porque por el reverso hay un tratado de educación sexual, práctica esta en la que los términos arriba y abajo adquieren otra connotación.

10 Habían logrado descubrir la importancia de las puestas de sol para la existencia de los amaneceres y los habitantes de ese pueblo, cuando se ponía el sol miraban hacía el norte con la certeza de que a la mañana siguiente el sol saldría de ese lado.

11 Una versión criolla del Kamasutra con muchas adiciones y mejoras se hizo muy popular.

12 Las mujeres habían desarrollado un peculiar movimiento de caderas extraordinariamente sensual, consagrado a su santo patrón San Dunga.

13 Tampoco le faltaron, delincuentes, prostitutas, proxenetas, vagos, borrachos y dictadores.

14 Arcaica división de los hombres que generalmente compartían algún territorio común, una misma lengua, cultura. etc.

15 Como se sabe los vencedores han sido los redactores de la historia, lo que hace que su estudio sea una tarea verdaderamente ardua, hasta cuando se trata de establecer los hechos más insignificantes. Homero (Embuste) fue elevado al olimpo por Zeus (Júpiter) sustituyendo a Hermes (Mercurio) como patrono de los embaucadores, acción realizada por Zeus por evidentes intereses electorales, cuando la Monarquía olímpica se convirtió en República. Ante el poco éxito de venta de La Iliada Homero se dedicó al género de aventuras y produjo La Odisea o La Ulisiada, (no confundir con Los Lusiada obra en la que Homero se inspiró) con la cual obtuvo un gran éxito de público, pero no de crítica, también hay quienes erróneamente le atribuyen esta obra a un tal James Joyce más conocido como Jotajota. Una tercera corriente de investigadores subscriben la tesis de que Homero y Anónimo son la misma persona o como se le ha llamado: La Cuestión Anónima…

16 Ciertas semejanzas se han observado con la Monarquía de Felipe II. Nos dice Antonio Alatorre en “El Apogeo del Castellano.” “...Pero a partir de Felipe II el patriotismo se fue convirtiendo, cada vez más, en consigna...” y también “Algo que no consiguió coartar Felipe II fue la fantasía” y mas adelante “La represión convirtió a los escritores de lengua española en grandes maestros del arte de la reticencia, de la cautela, de cierta "hipocresía heroica", como alguien la ha llamado. Y el más grande de esos maestros fue Cervantes.”

17 Ver Inquisición en nuestra colección Ideas Libres.

18 Inaudible en el original, el lector puede adaptarlo a su gusto y conveniencia.

19 Recurriendo para esto a los más increíbles e ingeniosos medios de transporte. Todavía se asocia, erróneamente, a Matías Pérez con aquellas fugas.

20 El éxodo de la parte de la población más culta, en el momento de los grandes acontecimientos y en momentos significativos posteriores, acarrearon un daño irreparable para la vida material y cultural. Semejantes consecuencias trajo para Grecia las invasiones dorias y para Rusia las tártaras.

21 Tampoco los difuntos tenían flores pero ellos no notaban la diferencia.

22 Observen, en este texto tan desmañado, la precisión de este verbo, lo cual sugiere la intervención de algún copista excesivamente diligente.

23 Se llegó a establecer en la constitución de la nación, que la voluntad del pueblo reflejada en ella no podía ser cambiada ni por la voluntad del pueblo, lo cual es un absurdo como se puede ver.

24 A los censores se les presentaba un problema verdaderamente complejo al tratar de dilucidar, por ejemplo, cual de las tres versiones de Judas era la correcta, la simple referencia a los equinos podría interpretarse, mediante arcanos juegos de azar, como una ofensa contra el gobierno y ni se te ocurra mencionar siquiera “el pajarito mandón” El peligro podía surgir en todos lados, desde las formas del vestir o llevar el cabello, hasta las inclinaciones sexuales y desde las cartas de los exiliados hasta las canciones infantiles (“la cosa está que mete miedo y horripila de verdad” rezaba una de ellas)

25 Al parecer la censura tenía sus idas y hasta sus venidas. En recientes excavaciones realizadas, en el sitio de las ruinas de la capital de esta extraña nación, se ha encontrado la escultura de bronce de un hombre sentado en un banco de parque, del que se sabe era líder de una banda musical, que había estado censurada algunos años antes de la construcción del templo donde se le rindió culto y le estaban consagrados sacerdotes. Restos de uno de esos monjes (se monjaban cuando llovía) fueron hallados cerca de la efigie, junto a un asiento de un material plástico primitivo. Tampoco se explica como los autores nativos no habían recibido un culto similar aunque estamos al corriente de que algunos de ellos fueron de talla mundial en las artes que cultivaban.

26 No era admitida la más mínima disidencia y una palabra no podía tener otra que se le opusiera en significado porque esto debilitaba la “unidad” del lenguaje y por tanto la “unidad” ideológica.

27 Si se quería preservar las conquistas de aquellos magníficos acontecimientos, se suponía justo cualquier sacrificio, inclusive la desaparición de la nación misma con conquistas y todo.

28 Parece más creíble la tesis de que no había mucho que masticar.

29 Emparentado con los censores en el sentido de que actúan de modo irrevocable sobre la cabeza de sus víctimas.

30 La supresión de cualquier privilegio era la piedra angular de la doctrina oficial, pero como no todos los hombres nacían iguales, había que tomar, a veces, medidas realmente drásticas para igualarlos.

31 No se puede explicar esta situación, pues en los testimonios encontrados por los arqueólogos, sólo se reflejan cifras y datos que confirman el sobrecumplimiento de las altas metas y ambiciosos planes por muchos años.

32 A veces se hacía algo incomodo bailar y conversar a la misma vez.

33 Se sabe actualmente que la especialización celular no es definitiva y que su flexibilidad y adaptabilidad son sorprendentes.

34 Hay que reconocer que esta raza había sido en tiempos remotos muy belicosa y pendenciera.

35 El lema de aquella revolución “La libertad sólo existe cuando no es de nadie” proviene de una antigua canción, de cuyo autor se dice que fue uno de sus precursores, la ponemos en español porque no sabemos como se pronunciaría en el nuevo lenguaje “fricativo-labial” creado por los sin cabeza.

jueves, junio 07, 2007

El Pepe


I

El Pepe contonea lascivamente sus sensuales formas masculinas por la acera del Paseo del Prado. Su voluptuosa panza, abultadas caderas y rollizas pantorrillas se adivinan bajo el mono de nailon translúcido. Al ritmo de su andar la papada oscila, de un lado a otro del corto cuello, armonizando con su baja estatura y las anchas alpargatas que completan su indumentaria. Se detiene y atisba la avenida: sus encantadores ojos saltones brillan como los de un sapo a la captura de una mariposa noctámbula, abriéndolos y cerrándolos continuamente, acentuando los bultos sebáceos debajo de los párpados inferiores. Entre tanto el aire despeina su ralo cabello cenizo sobre la redondeada calva, confiriéndole un aspecto especialmente seductor, casi perfecto, como el de un antiguo y rechoncho monje budista.

Se sabe atractivo, se siente halagado por el asedio constante de turistas africanas y sudamericanas, procurando favores sexuales, sobre todo las mulatas cubanas y brasileñas, que le hacen todo tipo de proposiciones y se vuelven frenéticas con su tez blanca. Algunas le resultan repugnantes, con sus largas y torneadas piernas, los rotundos traseros, sus firmes ancas y sobre todo tan orgullosas de su color chocolate, juzgándose superiores por el sólo hecho de poseer melanina suficiente para teñir a toda la raza caucásica –“Ay mi amigo, como si tener la piel blanca fuera una enfermedad carencial” –

Desde el ataque a las torres Petronas por unos fundamentalistas norteamericanos el negocio se ha puesto cada vez más difícil. Hoy no ha hecho la cruz. Es el miedo a volar de indios, sudaneses o malayos, la causa del descenso del turismo; se sienten más seguros en sus enormes y lujosas residencias rodeados de sus guardias Massais –“O Zulúes”– y sus fieros Rhodesian Ridgebacks, que en un avión de la African Airlines estrellándose contra cualquier rascacielos de Malabo o Bujumbura. –“Pero si no fuera por los desvergonzados alemanes e italianos que inundan las calles y se venden por nada, no me fuera tan mal.”–

Cruza la calle por el rumbo del Museo del Prado, evade algunos baches y evita milagrosamente enlodarse las alpargatas. Si no fuera por el niño, lo único que en verdad le importa, no hiciera este trabajo que fuera el de su padre y su abuelo; le repugna, pero no hay muchas oportunidades y la miseria le ha empujado al oficio más antiguo del hombre desde que Adán engañó, con un mango, a Eva en el Paraíso y el consabido castigo de Changó fue pasar trabajo toda la vida. –“¡Ay Changó! ¿Por qué no habré nacido mujer?”– Si por lo menos alguna congoleña o nigeriana se lo llevara a algún exótico país. No todas son malas, ni buscan sólo sexo, sino algo diferente de lo que se les ofrece en sus industrializadas sociedades; aunque se cuentan historias realmente horrendas; algunos han viajado a países que les han pintado como vergeles y luego son obligados prostituirse, son esclavizados como domésticos o empleados en las ocupaciones menos remuneradas.

Esta noche hace el recorrido habitual hasta la estación de Viracocha, que es el área de Cara Cortá, la proxeneta gallega a la que le entrega más de la mitad de la recaudación o a veces, como hoy, cuando el negocio esta flojo, se lo quita todo. A cambio, La Gallega le garantiza cierta seguridad para buscar las clientas, así se siente resguardado de los putos rusos, polacos y de otras naciones del Este, que inundan Madrif. –“No se puede negar que La Gallega tiene el negocio bien montado”–. Tiene un catálogo de toda la nómina, desnudos, en posiciones sicalípticas, mostrando sus pequeños miembros tan codiciados por las extranjeras; –“Mijo ya están hastiadas de los inmensos penes de los de allá”–; recorre los hoteles haciendo contacto discretamente con alguna guatemalteca o peruana, de las que demandan carne fresca para satisfacer sus deseos más profanos; les muestra el inventario y negocia un precio; si el negocio prospera, la turista es llevada a algún tugurio de Madrif de los Incas y en un sórdido cuartito se completa la transacción. –“En la que nosotros somos mercancía barata”– Al final no pasa de ser un proletario, como los de las maquiladoras mozambicanas recientemente instaladas en Andalucía como consecuencia de la globalización neoliberal, pero en cierta forma es un proletario especial, porque además pone la materia prima: –“La carne mijito, mira que no tengo que envidiarle nada a nadie”– Es en esto último se asemeja a un artesano por cuenta propia, dueño de una máquina de coser alpargatas o de un horno para fundir esos abalorios baratos de oro, tan comunes en el mercado de divisas, donde son trocados por unas pocas cuentas de vidrio coloreado. –“Si, un proletario… pero sin sindicato”–.

Un lujoso automóvil ugandés se desplaza lentamente acercándose al Pepe que se pavonea libidinoso, exhibiendo su lengua lujuriosamente, mientras lo ve alejarse sin detenerse. –“Me cago en mi mala estampa”– grita, frustrado por el vano intento de atrapar a la turista. Ha llegado justo frente al museo, un edificio viejo y deteriorado, que antiguamente fuera uno de los ejemplos más relevantes de la arquitectura colonial americana en España. Las potentes columnas Mayas han sido erosionadas por el tiempo y la falta de cuidados; los helechos y otras plantas dañinas pueblan sus paredes destruyéndolas sin remedio; los techos se han hundido dejando pasar las aguas que han arruinado parte de las paredes; muchos de los cuadros de Velásquez y Goya han sido llevados a naciones tropicales y los restantes están cubiertos de moho o roídos por las aguas; pero El Pepe no se ocupa de esos nimios detalles, hace mucho tiempo dejó de preocuparse por el arte, ahora lo importante es sobrevivir, de la manera que sea; en incontables ocasiones ha realizado sus necesidades más perentorias, oculto por esas mismas columnas, de las que emanan los más ásperos olores.

II

No hace mucho, tuvo un incidente desagradable en este lugar, en uno de esos momentos, en que apremiado por retorcijones de estomago, fue a evacuar el vientre, ocultándose tras las columnas de la entrada. Había comido unos garbanzos, al parecer, en mal estado y se le presentaron repentinamente unas ganas tremendas de echar afuera todo aquello. Debido a la premura, se bajó los pantalones sin percatarse, en la oscuridad, que en el suelo descansaba un mendigo refugiado en aquel inmundo lugar. De repente sintió que le tocaban su orondo trasero.

–Joder tío – gritó espantado – Quien anda ahí.

–Se habrá visto… ¿Quién es el malintencionado truhán que osa mancillarme con sus excrementos? – dijo el mendigo incorporándose.

Ambos procuraron que la luz de la avenida les iluminara. El pordiosero iba vestido con mugrientos y apestosos harapos y era un hombre de más que mediana estatura, de carnes magras y piel surcada de profundas arrugas; una maraña de pelo blanco poblaba su cabeza prominente, mientras una barba espesa e igualmente desordenada le ocultaba el rostro, permitiendo apenas entrever unos ojos intensos que se movían intranquilamente en un semblante de insana enajenación.

– ¿No tenía vuestra merced otro lugar donde hacer sus necesidades, que no fuera sobre esta maltratada humanidad? Preguntó el individuo en tono de reproche.

–Por lo que veo y huelo, no le he hecho mayor ofensa a su triste figura al realizar mi apremiante menester. – Respondió algo altanero El Pepe, poniéndose a tono.

–Sepa vuestra merced que en otros tiempos no habría pasado por alto tan ultrajante villanía, porque he sido uno de los más famosos caballeros andantes que ha tenido la gloria manchega, y no lo fuera menos, si la fuerza de las circunstancias no me hubieren traído a tan lastimoso estado, en el que por ahora renuncio de mala gana a castigar tamaña falta, no fuera a recibir a cambio un mayor castigo para mis canijos y maltrechos huesos.

– ¿Y cual es el nombre de su señoría si se puede saber? preguntó EL Pepe intrigado.
–Sírvase vuestra merced en llamarme Don Quijote de la Mancha.

Extrañamente, El Pepe no se sorprendió por tan desatinada revelación; después de todo, en este mundo ya no quedaba lugar para las sorpresas; en su larga experiencia como prostituto, primero en Barcelona, luego en Valencia y ahora en Madrif, había encontrado todo tipo de personajes; desde un manco haciéndose llamar Cervantes y afirmando haber peleado en la batalla de Lepanto, aquella en que la armada española sufrió, a manos de los turcos, una de sus más catastróficas derrotas; pasando por aquel indio Hatuey, descendiente del famoso cacique que conquistara España bajo el mando del azteca Moctezuma; y el no menos misterioso Caballero de Paris, llegado cierto día desde La Habana con una apariencia no muy distinta de esta que se le presentaba ahora ante sus ojos; en definitiva un loco más, entre tantos desgraciados, que pululan en las calles de la ciudad.

–¿Acaso el ilustre Don Quijote no sabe que al merodear por esta zona, puede encontrarse con La Gallega y recibir una implacable golpiza, por importunar sus negocios?

–Desafortunadamente, ya esa ruda dama me ha causado un desaguisado, del cual he salido más molido, que de los acontecidos con los molinos, los cabreros y en la venta; pero debe vuestra merced conocer, que no es Don Quijote caballero que se amilane por unos cuantos porrazos, cuando le es menester procurarse algún sustento y un lugar para pasar la noche en vela, encaminando sus pensamientos al recuerdo de la más bellísima y noble dama de todos los tiempos, Dulcinea del Toboso.

– ¿Y no tiene tan valiente caballero siquiera un amigo que le ampare, evitándole ir por las calles en tan lastimoso estado?

–Pues si que le tuve, un buen amigo, uno de los mejores escuderos, de las más valiosas virtudes y preciosas cualidades y de los sentimientos más delicados que se puedan encontrar en toda la región castellana; pero fatalmente lo he perdido en la mas estrecha de las venturas.
– ¿Y que fue de tan loable compinche? – preguntó curioso El Pepe.

–Asombrosamente, Sancho Panza se ha ido a vivir a una ínsula como siempre había soñado, aunque no a la manera de gobernador como yo le había prometido, cuando, venido el caso, le hubiere ganado en alguna de mis aventuras, sino como esclavo sexual de una mulata caribeña –“Mas vale pájaro en mano que ciento volando”– me dijo y como vuestra merced ve, me he quedado solo, sin el caro compañero de tantas y tan prodigiosas andanzas.

–Pues le creo señor mío, porque yo sé de muchos que han seguido ese camino…

En esos momentos, enfrascado en aquella absurda plática con el no menos disparatado personaje, no percibió una masa descomunal acercándose presta y arremetiendo contra él.

– ¿Dónde tú estabas metido?– le preguntó intempestivamente mientras le lanzaba un bofetón al rostro con la mano derecha –Eh Pepe… dime ¿Qué tú haces aquí, hablando con el viejo este? – lo volvió a golpear, esta vez en el abdomen con un gancho de izquierda.

–Ay Gallega, por lo más que tú quieras, no me pegues más, yo te explico.

–Si… tú me vas a explicar porque no estás trabajando…, toma – Esta vez le pegó con la rodilla en los testículos y El Pepe se derrumbó y mientras estaba en el suelo adolorido La Gallega comenzó a patearlo sin clemencia. Don Quijote, que se había quedado estupefacto con la escena, trata de interponerse entre El Pepe y La Gallega.

–Dejad a este pobre hombre, endiablada mujer, no te basta con explotarlo como lo haces, para también proporcionarle este desatinado castigo.

La Gallega detuvo la tunda y la emprendió con Don Quijote, lo asió de la barba con la mano izquierda y le pegó de puñetazos hasta dejarlo tendido en el suelo.

–Esto es para que sepas, viejo loco, lo que es meterse en el camino de La Gallega…, si te vuelvo a ver por aquí no te dejo ni un solo hueso sano.

La Gallega era una mujer corpulenta, los brazos le colgaban como jamones a los lados del voluminoso cuerpo, tenía la cabeza rapada, un fino bigote negro le hacía juego con las pobladas cejas, pero era esa cicatriz que le surcaba el lado izquierdo del rostro, la que le daba ese aspecto realmente fiero que aterrorizaba al Pepe. Una falda oscura le ceñía apretadamente las enormes caderas, bajándole hasta las gruesas extremidades, mientras un tope marrón apenas le sostenía los abultados senos, que al ritmo de la jadeante respiración se le mecían, sudándole copiosamente; resoplaba como una búfala durante la paliza propinada a los dos malaventurados. Calzaba unas sandalias enormes de cuero con suelas de goma de camión, imitación de esos lujosos huaraches mexicanos tan de moda; del cuello le pendía una gruesa cadena barata de oro y en las peludas orejas lucía unos aretes del mismo mezquino material. Un poco recobrada del sofoco, se agachó y agarró a ambos hombres por el cogote y los incorporó sin el más mínimo esfuerzo y sin dejarles pronunciar palabra los arrastró por lo que fueran los jardines del Prado.

–Ahora, viejo orate, te desapareces y que no vuelva a verte más – le dijo a Don Quijote empujándolo hacía la vía, mientras este se alejaba refunfuñando. “Ya nos veremos las caras…”.

– ¿Qué tú dices viejo loco? Habla alto, para contestarte como te mereces. – le gritó, mientras hacía un ademán de ir en pos del viejo.

–Nada, nada, me voy y no regreso – contestó Don Quijote y apresuró el paso al ver el gesto de La Gallega

–Y tú…perro… a trabajar… que para eso te pago – y de un violento empellón puso al Pepe en la acera. El Pepe se compuso lo mejor que pudo y se alejó por el lado contrario al de Don Quijote. La Gallega se había quedado en la acera frente al Prado; se sentía cansada; –“Ya no tengo edad para estos trotes”– las cosas iban cada vez peor; necesitaba ser cada vez más ruda para mantener dominados a los putos; algunos aspiraban a un aumento del porcentaje y se vio apremiada a darles un escarmiento. No era el caso del Pepe; a ese lo tenía más controlado; era un cobarde, lloriqueando cuando le pegaban; además, si se sublevaba tenía al chama, podría presionarlo –“Lo mato si intentas algo contra mí”– y sabiendo esto El Pepe estaba tranquilo. –“Es La Rusa la que me preocupa”– Sabía que había estado rondando a sus putos aquí en el Prado y eso no le gustaba; era una enemiga peligrosa; la conocía bien por haber estado juntas en prisión, donde La Rusa le marcó el rostro para siempre. Se pasó la mano por la cara y acarició la cicatriz. –“Algún día me pagará el daño que me hizo” –; Pero había de esperar esa oportunidad. La Rusa afanaba por la avenida de Agustín de Aracataca, con influencia en todos los alrededores de la estación de San Yupanqui y las torres Quito, mangoneaba los putos rusos, bielorrusos y ucranianos que eran mayoría por aquella zona; los hacía formar una larga fila apostados en la Aracataca, como buitres al encuentro de los automóviles de las turistas africanas; su piel blanca lechosa era muy cotizada, sólo superada en el precio por la de los putos escandinavos. Los “nabos”, como se les conoce en la jerga, trabajan la zona de los hoteles más lujosos del centro, los cinco estrellas Kirundi Palace y el Mbaké Royal Inn, administrados por compañías de Burundi y Senegal; son los prostitutos de alpargata alta; se ofrecen como putos de compañía para las más poderosas empresarias marroquíes e indonesias o de otras naciones desarrolladas; acompañándolas a recepciones y banquetes; sirviéndole de traductores –“Para lo cual aprenden las lenguas bantúes, árabe o quechua entre otras”– o como simple entretenimiento de las clientes disfrutando a voluntad de su sexo, en una especie de “todo incluido”. Los “nabos” son manejados por dos mellizas polacas, con las que La Gallega había tenido pique de vez en cuando, pero no se atrevía a enfrentarlas, pues tenían fama de matonas. –“Tampoco me hace falta”–; Explotan diferentes sectores del mercado y no son competencia para La Gallega que maneja a los alpargateros españoles, como El Pepe, en la parte vieja de la ciudad. La Rusa si es una rival; a esa si que la tenía atravesada. –“La Rusa trata quitarme a mí, a La Gallega Cara Cortá, mi mascada y eso no lo voy a consentir, aunque tenga que matarla” – había pensado La Gallega mientras veía alejarse al Pepe, –“No será la primera ni la última”–. La Gallega se sentía vieja y cansada –“Pero me sobra papaya para enterrar a la que se atraviese en mi camino”–.

III

Desde ese incidente, había visto a Don Quijote de lejos varias veces, pero no habían vuelto a hablarse. El Pepe está de capa caída, se siente solo y desamparado; ahora recorre la acera del Prado con recelo. La Rusa lo rondaba y hasta habló con él un par de veces. –“Posiblemente La Gallega sospecha algo, y tal vez por eso fue la pateadura de aquel día”–. Seguramente quería manifestarle quien era la que mandaba. La Rusa le propuso irse para el norte de Madrif, lejos de la tutela de La Gallega, pero él evadió un compromiso peligroso, –“Déjame pensarlo”– le dijo. La Rusa sabía que El Pepe era una mina de cuentas de vidrio y lo quería en sus burdeles. Le ofreció protección para el hijo y él se mostró receptivo a la propuesta, aunque temeroso; solamente pensar lo que la Gallega le haría al pequeño le había puesto la carne de avestruz. –“¿Y si lo mata… o lo mete en el negocio?”–, va pensando mientras recuerda otros chamacos frecuentes ahora por la ciudad. “Piénsalo perro…”, le dijo La Rusa en el último encuentro, –“Y piénsalo rápido no vaya ser que venga y te abra en dos como le hice a la cara de La Gallega gorda esa”–; pero no tenía claro el beneficio, –“Al final es el mismo perro con diferente collar”–. La única esperanza que le quedaba era que la cubana quisiera sacarlo del país.

Conoció una cubana poco tiempo atrás que lo había tratado bien y que no era como las otras. Le había comprado unas alpargatas nuevas y le regaló unas cuentas de colores para que le comprara algo al muchacho. Quedaron en verse de nuevo, pero no estaba seguro. Cualquier cosa podía pasar. Era una mulata imponente con caderas, tetas y nalgas grandiosas. No era que le agradara demasiado; pero ¿que iba a hacer?; si se le presentaba la oportunidad tenía que aprovecharla. Sobre todo lo hacía por el niño; allá en Cuba el muchacho iba a tener lo que quisiera, iría a buenas escuelas, tendría los mejores juguetes y muchas, muchas cuentas de colores. Precisamente por el niño se presentaba el primer obstáculo, porque a la cubana no le hizo mucha gracia cuando supo lo del muchacho; mencionó no agradarle criar hijos de otras mujeres, quería tener los suyos propios y aunque ella tuviese muchas cuentas de vidrio, –“Un hijo ajeno siempre resulta un estorbo”–. No habían quedado en nada fijo, aunque ella le dijo que él le gustaba mucho y que se volverían a ver, eso dijo: –“Nos volveremos a ver”–.

El Pepe transita por El Prado con todas esas preocupaciones en la cabeza; La Gallega, cada vez más agresiva; La Rusa exigía una respuesta; y la cubana, su única esperanza de salir de esta vida de mierda…

Un automóvil blanco y azul se detiene frente a él, del cual bajan dos mujeres corpulentas, de uniforme, que se le enciman caminando aparatosamente.

–Muéstraaameee tu documeeentooo– le exige una de ellas, con un marcado acento andaluz, situándosele en el frente, mientras la otra quedaba a sus espaldas.

El Pepe se busca en el bolsillo pero no encuentra la identificación. Comienza a temblar y un sudor frío le recorre las espaldas.

–Se me quedó en la casa oficial. – Miente deliberadamente, porque a las policías del interior no les gustan para nada los putos del interior.

–Pos tas jodío. – Dice la de mayor rango, una teniente. La que está detrás lo toma por los hombros y lo arrastra hacía un lugar oscuro seguido por su compañera.

–Ven acá putico de mierda, ahora vas a saber lo que es bueno. – Dice la teniente
Detrás de las columnas se levanta la gruesa falda y le muestra el enorme sexo velludo. Una mueca de repugnancia se dibuja en la cara del Pepe que está aterrorizado.

–“Mámamela putico de mierda, para que tú sepas lo que es una papaya de verdad”– le dice mientras lo fuerza a ponerse de rodillas frente a ella.

La otra policía se ríe a carcajadas, se levanta la falda y comienza a masturbarse, mientras El Pepe obedece, sin alternativas, las órdenes dictadas por la oficial. Sabe que está obligado a satisfacer sus asquerosas exigencias, para no ser llevada a la estación de policía.

–Arriba puto, mama, saca la lengua y mama.

Mete la lengua con repugnancia en la prominencia de vellos que se le ofrece ante sus ojos; –“Esta cabrona hace como tres días que no se lava”– piensa, al sentir el fétido olor saliendo de la vulva gigantesca, como fruta podrida, que le ofrece la portadora. Le frota el clítoris con la lengua, mientras la corpulenta mujer exhala gemidos de placer; –“Así pepe, así, mámamela como tú sabes, méteme la lengua, dale, putico de mierda”–. El pepe obedece lo que le ordenan mientras piensa asqueado; –“Estas malditas, siempre dispuestas a tener sexo de las maneras más aberradas, no se conforman con tenerlo con el pene como es natural, quieren que le metas la lengua en el culo sucio”– Está a punto de vomitar cuando ya la oficial está en su clímax; la otra se acerca excitada y toma la mano de la oficial, cuyos dedos introduce en su vagina y comienza a menearse incoerciblemente, hasta que ambas terminan y apartan al Pepe de un empellón; se besan con fruición como si quisieran devorarse una a la otra. El Pepe se levanta y escapa furtivamente antes que ellas se percaten, alejándose presuroso calle abajo mientras el auto oficial permanece abandonado en la acera.

–“Salí bien”– Por lo menos no lo llevaron a la jefatura. –“La última vez La Gallega movió sus influencias con la capitana”– Lo soltaron, sin que lo ficharan y lo regresaran a Barcelona.

Después tuvo que trabajar tres meses al veinticinco por ciento para devolverle a La Gallega el precio de su libertad. –“Por esos días me enfermé”– Las cuentas de colores apenas le alcanzaban para alimentar a su hijo y para mandarle algo al viejo que había quedado, allá, en el pueblo. El padre lo hacía trabajando de secretario de Malinche, una magnate azteca, dueña de un negocio de milpa aquí en Madrif; –“Le mentí porque le había prometido que no iba a seguir este oficio”– Por eso se fue del pueblo, porque allá todo se sabe: –“Pueblo chiquito infierno grande”– Pero esta teniente y la otra lesbiana la tenían cogida con él, cada vez que lo veían buscaban la oportunidad para hacer esas asquerosidades que le repugnan tanto. La Gallega no puede hacer nada como no sea pagar para que lo dejen trabajar y no lo deporten.

IV

Camina asqueado, alejándose del auto policial y de las depravadas mujeres, llega a la esquina del Jardín Botánico o de lo que fuera el Jardín Botánico; actualmente es un potrero, donde los vecinos llevan a pastar las cabras. Ya no existe la cerca, cuyas rejas han sido arrancadas y utilizadas en las ventanas de las casas, protegidas de esta manera de los abundantes ladrones; los ladrillos han ido a formar parte de las paredes de algunas covachas, levantándose numerosas en el interior del parque del Retiro. Está oscuro y el lugar es peligroso. Allí operan bandas de delincuentes que se dedican a asaltar a los que, por extrema necesidad, se aventuran a pasar en horas nocturnas por aquel lugar. Cruza la calle hasta la calzada de Viracocha, y toma rumbo del Paseo de Santa Oshún de la Cabeza, la calle está casi desierta excepto unos pocos transeúntes que se dirigen a la estación para marcar en la cola de los trenes de la próxima semana. Desde este punto se avizoran las desnudas estructuras de la cubierta de la antigua estación. Hace algunos minutos sintió que lo seguían, era apenas una sombra detrás de él. Se da prisa, la estación le queda a la izquierda, toma rumbo contrario, hacia el Museo Centro de Arte de la Reina Guanima, allí tiene su cueva; apenas una cama para él y el niño; un retrete, una mesa y un anafe de carbón. El edificio había sido desmantelado, la inmensa fachada mostraba los vanos desprovistos de las amplias ventanas, del que había sido también un hospital, excepto en algunos lugares, donde personas sin hogar, como él, se habían refugiado. De los ascensores de acero y cristal, otrora adosados a la fachada, sólo permanecían algunos hierros viejos que pertenecieran a las guías o carriles. –“De todas maneras esos ascensores nunca le convinieron al edificio, ni cuando estuvo en sus mejores tiempos, con ellos, el museo parecía un santo con pistolas.”– El Pepe se acerca por un lateral hacia una puerta conducente a las escaleras que lo llevarán a su piso, en el que espera encontrar al niño dormido. Un grupo de drogadictos se dopa con jeringas sobre unos bancos de granito, milagrosamente intactos, en la plaza que rodea al edificio y algunos fuman marihuana; siente el olor característico del Cannabis, mientras unos puntos incandescentes pasan de un bulto a otro. Iluminados por la luna, los voluminosos depósitos de basura se muestran fantasmagóricos –“El servicio de recogida ya no funciona en esta parte de la ciudad”– La sombra se acerca y está ahora pisándole los talones; pero cuando llega junto al acceso, la sombra se detiene y se oculta detrás de una montaña de escombros.

El Pepe sube los peldaños que lo separan de la entrada, abierta como una boca desdentada y accede a un oscuro pasillo. De repente una alta figura se le interpone en el camino. Sorprendido por la aparición trata de retroceder, pero una mano engarrada, con unas poderosas uñas, le ataja por las solapas.

– ¿Adonde tú vas puto lindo?– Siente un ronco acento eslavo casi en sus oídos. Un aliento caliente de cebollas le golpea en pleno rostro y siente que está a punto de desmayarse.

– ¿Como estás Rusa?– Son las palabras que le surgen temblorosas, apenas con un hilo de voz.

– ¿Yo no te había dicho que venía a buscarte?– le espeta la vigorosa mujer mientras le asesta un recio golpe en el rostro.

–Deja a mi padre, perra. – grita una voz infantil detrás de La Rusa. Esta, con la mano libre, le pega al muchacho que comienza a llorar.

–Aléjate Pepito, ve para el cuarto – dice El Pepe.

El niño asustado, se retira un poco al oír la voz de su padre que, forcejeando inútilmente, trata de desasirse de los acerados garfios de La Rusa.

– ¿Yo no te había dicho que vinieras a trabajar conmigo, puto malo?– le dice esta mientras le vuelve a pegar.

–No he podido evadirme de La Gallega. – Se justifica El Pepe. La Rusa le pega ahora en los testículos. Él se revuelca por el piso de dolor y ella lo patea.

–Papaaá– grita el chama desde un rincón.

– ¿Tú crees que soy entupida? – La Rusa le propina otro golpe. –Te he visto con la mulata esa y sé que te quieres pirar. – Otro golpe en los testículos que le duelen con horror. – Te dije que te iba a rajar como a La Gallega.

Un golpe le da en el rostro al Pepe. Se cubre con las manos infructuosamente. La Rusa lo golpea con la punta de la bota en las costillas. El Pepe se retuerce del dolor y exhala un gemido desconsolado. El niño aprovecha una brecha y escapa corriendo, chillando en la oscura plaza, mientras adentro continúa la paliza.

–De mi no se burla nadie, me oíste… te lo buscaste – Lo aporrea sin clemencia – Yo no soy la Gallega esa, a la que le puedes ir con un cuento, yo soy Marinovka La Rusa y el que me la hace, la paga…

–Pues yo vengo a cobrarte Rusa… Una recia voz retumba desde el umbral de la puerta. La Gallega, llega arrastrando al muchacho.

La Rusa da un paso atrás y deja de golpear al Pepe que no para de sollozar, hecho un ovillo en el suelo; se siente sorprendida en territorio enemigo, pero no quiere soltar la presa; se inclina y levanta al Pepe con la mano izquierda, mientras en la derecha esgrime un puñal.

–Lo rajo, me oíste, si te acercas, lo rajo como a una calabaza – grita amenazando al Pepe con el arma.

La Gallega había pasado por El Prado recogiendo la recaudación de la noche y la teniente le informó el rumbo del Pepe; llegó a la plaza en el mismo momento en que el muchacho escapaba del edificio; enseguida comprendió lo que ocurría. Ahora, suelta al muchacho, que retrocede despavorido y empuña la Sevillana y se adentra en el oscuro pasillo; se detiene momentáneamente.

– Tú no tienes la papaya tan grande, si lo picas, te mato.

La Rusa viéndose amenazada le da un tajo profundo al Pepe en el abdomen y lo tira contra el piso. El Pepe cae como un plomo, su cabeza rebota contra el duro suelo y comienza a desangrarse. La Rusa espera a La Gallega con el puñal empapado de la sangre del Pepe y esta se aproxima sosteniendo el arma en la diestra; la poca luz de la luna penetra propiciando un leve destello sobre el acero pulido.

–Te voy a matar perra, encomiéndate al patriarca ruso porque te voy a matar.

Mientras se enfrascan en la pelea, una sombra sale de entre los escombros y corre por la plaza hacia la avenida mientras el niño llora sin consuelo, creyendo al padre muerto.

La Rusa se envuelve el brazo izquierdo con un amplio pañuelo en el que lleva bordado el osito Misha; La Gallega se quita las alpargatas para tener mayor movilidad. Fieramente comienzan a tirarse estocadas con las afiladas armas. La Rusa es más alta y tiene mayor alcance en sus brazos, pero La Gallega es muy fuerte y se mueve como un jabalí defendiendo una piara asediada por los perros. El Pepe sigue desangrándose en el piso y La Muerte merodea cerca de aquel lugar convertido ahora en El Averno. Entran en el cuerpo a cuerpo cerca de la puerta, forcejean y jadean como dos búfalas en celo; se separan de un brusco empellón y La Gallega rueda por las escaleras de acceso. La Rusa la persigue como una fiera. La Gallega trata de incorporarse, pero ya es tarde, la otra está encima de ella y halándola por el tope, le hunde, hasta el cabo, el puñal en el corazón, diciéndole: –“Guárdame esto ahí”–. La Gallega se derrumba mientras suenan unas sirenas cercanas. La Rusa la patea pero no siente reacción alguna. La Gallega yace muerta. Las luces azules intermitentes aparecen en la calle y el aullido de las sirenas es ensordecedor. La Rusa echa a correr y se pierde entre las montañas de escombro.

V

Una ambulancia se desplaza velozmente por el Paseo de La Castellana, conduciendo al Pepe muy mal herido. Había perdido ya mucha sangre cuando los paramédicos llegaron para contener la hemorragia; lo metieron en la ambulancia destartalada y lo conducen al hospital de Los Desamparados, en Fuencarral, al norte de la ciudad. A la altura de la Biblioteca Nacional abre los ojos y aunque su mirada esta algo empañada puede distinguir dos sombras apenas, que lo acompañan: una es Don Quijote, la otra es La Muerte.

–Quijote, amigo mío, no dejes que esta señora me lleve. – Le dice, apenas sin fuerza, al caballero de la triste figura.

–Hay cosas en la vida que no pueden evitarse y una de ellas es La Muerte – le responde el viejos pero no hables, trata de descansar, mientras hay vida hay esperanza; “todas estas borrascas que nos suceden son señales de que presto ha de serenar el tiempo, y han de sucedernos bien las cosas, porque no es posible que el mal ni el bien sean durables, y de aquí se sigue que, habiendo durado mucho el mal, el bien está ya cerca.”

Pero ya él ha perdido todas las esperanzas; –“Las esperanzas de salir de esta vida maldita, de La Rusa, de La Gallega, de la teniente de la policía, de la miseria”–. Ha perdido la esperanza de irse a vivir a Cuba con la mulata, de sacar a su hijo de este abismo. Está acabado; lo que más lo aflige es el muchacho; ¿Qué será de él?, ¿Llegaría a hacerse un hombre de bien o caería en las manos de otra Gallega o de una Rusa?, ¿Quién sabe si tendría mejor suerte y empataba alguna mulata? Pero para él todo ha terminado, la vida se le apaga en su interior, todo le parece ya muy lejano, cierra los párpados y comienza a sentir unas voces en sordina, como de niños jugando en la playa y el rumor de las olas y el olor del mar, un hermoso mar tropical; el agua con todos los tonos del azul y muy cálida y una brisa refrescante que le recorre el cuerpo y le alivia el ardor de la quemaduras del sol. Ya casi inconciente siente una agradable voz como en un susurro:

–Pepe…, Pepe… Despiértate viejo.

–Eh… Eh… ¿Qué Pasa?

– ¿Qué que pasa…? Que te has quedado dormido. Mira como te has babeado todo ahí debajo de la sombrilla, estás colorado como un camarón enchilado.

– ¿Me he quedado dormido...? ¡Me he quedado dormido!– Se pregunta y se responde a si mismo, se incorpora en la blanca arena y esboza una torpe sonrisa.

–Si, te has quedado dormido. Dame dinero, por ahí viene La Gallega vendiendo tamales…, anda, que La Gallega hace los tamales más sabrosos de Varadero. Ah… y después voy al puesto de La Rusa a comprar champola fría.

– Si, como no, toma.

Saca algunos de dólares de la billetera y se los entrega a la mulata, que ya se aleja contoneándose por la playa, moviendo el trasero suculento apenas cubierto por el hilo dental. Todos los hombres se empeñan en mirar a la mulata. Él mira hacía la playa. Cheíto juega con esos mulaticos amigos de la escuela y se ve alegre golpeando la nueva pelota de brillantes colores que le ha comprado El Pepe quien comprende de repente que ha aprendido a querer al muchacho, como si fuera su propio hijo.

Súbitamente, una sombra le tapa el sol de la cara; levanta la vista y se topa con una extraña figura; es un viejo de cuerpo enteco y tez morena, con la barba y cabellos enmarañados.

– ¿Me daría el caballero una moneda para el almuerzo?– le dice el viejo.

–Si, como no, viejo. –El Pepe extrae un billete y se lo entrega diciéndole. – ¿Le conozco de alguna parte?

–Pudiera ser. Yo vengo por aquí a menudo – Responde el viejo mientras observa detenidamente el billete, luego dice: –El caballero se ha equivocado, esto billete es de a cien.

–No, no me he equivocado mi viejo, que le aproveche.

–Gracias caballero. Que Changó lo proteja y Eleguá le abra los caminos.

– Vaya con Dios.

El viejo se aleja, cantando en una lengua africana. El Pepe lo observa mientras la desgarbada figura se va perdiendo entre la muchedumbre de los bañistas.

En ese momento, siente una voz sepulcral que lo retorna del sueño ordenándole en tono imperativo –“Vamos Pepe, ya es hora”–. Un miedo colosal lo invade al oír estas palabras; trata desesperadamente de regresar a la playa, a Cheito, a la mulata, pero ya no es posible, todo ha terminado; se estremece convulsivamente mientras deja escapar el último suspiro.

El día comienza a clarear y se anima la vida en la ciudad, los últimos putos de la madrugada, regresando a sus tristes covachas, escuchan la siniestra intensidad del gemido de una ambulancia, que corre, ya sin sentido, por el Paseo de la Castellana.

viernes, junio 01, 2007

Segunda Carta a Enrisco

Ex_timado En_risco:

Luego de encontrarte por tercera vez (espero que sea la vencida, no la ven-SIDA) y por suerte no en Encuentro, es obvio que te mereces otra carta por tu desaparición de los predios artístico-literarios del ex_ilio cubano.

Desde mi primera declaración de la sábana hasta hoy han transcurrido nueve meses y la principal no-ve-edad que quisiera comentarte es que, por fin, nos encontramos en la misma situación de ex_iliados. Resultó, que desde que me propuse tomarme en broma esto de la litera-dura con el propósito de aparecer algún día en tu Pequeño Larousse, se me hicieron incontrolables los deseos de traspasar, definitivamente, la barrera que me imponían los Canarreos, pues, después de 40 años escuchando, en el menticiero de la telaví-sión cubana, sobre la situación tan crítica e insoportable en que se encontraba el capitalismo mundial, la tentación de venir a ver, personalmente, su inminente y estrepitosa derrota me fue sencillamente insoportable, entonces “me empadroné en Marbella / en una suite de una estrella / con mi palillo de dientes, / vacilando de costao / donde corta el bacalao, / la jet set del delincuente. / Donde los jeques / blanquean los cheques del petrodólar / y marean a don Quijote / con un lingote de pepsi cola.”

Te confieso que lo que más me ha sorprendido, al llegar aquí, es de lo mal informado que están los capitalistas acerca de su inminente descalabro. Al parecer nuestro Invisible Coma-andante en una de sus más brillantes estrategias les ha ocultado hasta el último momento la terrible noticia de la desaparición de la sociedad de consumo y del pronto advenimiento del Paraíso Quinquenal. La técnica empleada no deja de admirarme cada día, por lo inteligente y sofisticada. El Invisible, luego de convencer a sus aliados soviéticos y de Europa del Este para que se demerengaran, ha hecho destruir completamente Cuba con el sólo propósito de confundir al enemigo y hacerles creer que lo que está siendo derrotado es el socialismo (¿o muerte?). He podido observar como los incautos e inadvertidos capitalistas de la Madre Patria consumen sus últimas toneladas de jamón de Jabugo y sus penúltimos toneles de Pedro Domecq. Para agregar más confusión a la situación, nuestro Victorioso Coma-andante ha fingido una grave y desconocida enfermedad llamada “Secreto de Estado”, que tiene intrigada a toda la comunidad científica internacional. Menuda sorpresa se llevarán cuando el Histrión-commander se yerga desde sus ruinas para dispararles el tilo de gracia con uno de sus interminables dis-cursis.

Durante su falsa enfermedad el Camaleón-commander ha descubierto una nueva técnica para mantenernos sigilosamente informados de las calamidades que sobrevendrán al planeta Tierra antes del cataclismo final. Dada la imposibilidad de dar largos discursos en los que delataría al enemigo su proverbial vitalidad y su estrategia, el Blogger-commander ha estado utilizando las nuevas tecnologías para, mediante el aún más novedoso procedimiento del copia y pega, dar cálculos exactos de todos y cada uno de los tres mil millones de muertes que ocurrirán en los próximos 10 años a causa de la delirante idea capitalista de sustituir parte de los hidrocarburos por biocombustibles. Los datos que posee nuestro Genio-commander son sorprendentemente exactos acerca de la cantidad de flexiones de piernas que cometerá cada cortador de caña antes de morir de desempleo.

Otras de las geniales ideas de nuestro Bigbrother-commander está a punto a tener un éxito rotundo. Se trata como recordarás de la construcción del “hombre nuevo”, porque yo te pregunto ¿podría construirse el hombre nuevo sin destruir completamente al hombre viejo? No, eso está absolutamente demostrado, que mientras exista el “hombre viejo” el “hombre nuevo” no podrá desarrollarse, pues será contaminado con todos los vicios de este. Entonces, por lo pronto, el Newman-commander no sólo ha condenado a muerte a los tres mil millones que te mencioné arriba, sino que, además, para dar el ejemplo, está empezando por casa y ya en este mismo año de su fallecimiento la población cubana de Cana-rreos adentro ha comenzado a disminuir, aunque hay que reconocer que, en parte, porque ha aumentado aceleradamente la población de Cana-rreos afuera. Luego de conseguida esta primera fase de la desaparición del “hombre viejo”, víctima de las calamidades que le esperan y cuando ya no quede un solo ejemplar de esta despreciable especie en el planeta, transformado para ese entonces en el Paraíso Quinquenal, volverá a ser poblado por millones de “hombres nuevos” surgidos de la barba de nuestro Papá-commander.

Cumplido mi más elemental deber de informarte sobre los últimos acontecimientos ocurridos en la Blogosfera, de lo que espero hayas sentido un extraordinario goce, me despido de ti con la vana (de vanidad) esperanza de que algún día me contextes.

Mientras tanto seguiré visitando el Blog de ese tal, Enrique del Risco, que suplanta tu personalidad, para ver si, algún día, coincido con Arangueño y me deleito con alguna de sus amenas disertaciones tales como: “Estudio sobre la influenza de la zafra del 70 en El Quinquenio Agris-dulce” o “Estudio sobre la impotencia de los discursos del Coma-andante en la litera-dura cubana”.

En cuanto a darle espesor o extensión a tu obra libertaria, aunque conozco algunos métodos (verbigratia añadirles papa o, más modernamente, soja) que le han dado un impeorable resultado a algunos de nuestros más ilustres apellidos literarios, no te lo recomiendo, por una razón muy simple, según Borges, (Serbio, el director del equipo Cuba), el espesor, en la litera-dura, da escozor, en los genitales externos.

Como última cuestión quisiera advertirte, que para que ni se te ocurra, ni te pase por la mente en ningún momento apoderarte del título de mis inselectas obras, que publicaré postema-mente, lo dejo aquí reservado: Se llamarán: “Obras Ex_cogidas”. Si acaso te atrevieras a usurpar mis izquierdos sobre este título, sabrás que te enfrentarás a una demanda de divorcio.

Si más te saluda afectuosa-mente

Infortunato Liborio del Campo y su altera-egos Conde de Lotromonte.