Hoy he matado a la melancolía
esa adorable traidora
que me endilgaba, entre mil tonterías,
su aria de ametralladora.
Hoy que sufro más que un niuyorkino
sin sus pastillas
aprenden a nadar mis penas, en el vino,
y mis pesadillas.
El arma homicida, que encontró la policía,
fue el filo de la aurora
y si fuera atenuante, no me lo atenuaría
tu risa reidora.
Hoy que la vida me importa un pepino
si lo encuentro en el agro
me he convertido en un vil asesino
esperando un milagro.
Pero el cadáver ay! se revuelca y porfía
al compás de las olas:
que no se pueden matar las utopías
a tiros de pistola.
jueves, junio 28, 2007
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