domingo, agosto 19, 2007

La Muerte del Patriarca

...y todo el mundo estaba al mediodía como esperando a que amaneciera porque él había muerto como estaba anunciado en los lebrillos de muerte natural durante el sueño pero los altos mandos demoraban la noticia mientras trataban de dirimir en conciliábulos sangrientos sus pugnas atrasadas...

...Tampoco aquella vez se divulgó la noticia de inmediato, al contrario de lo que él esperaba, sino que transcurrieron muchas horas de prudencia, de averiguaciones sigilosas, de componendas secretas entre los herederos del régimen que trataban de ganar tiempo desmintiendo el rumor de la muerte con toda clase de versiones contrarias, sacaron a la calle del comercio a su madre Bendición Alvarado para que comprobáramos que no tenia cara de duelo...


...mientras él se preguntaba confundido en su escondite qué ha pasado en el mundo que nada se alteraba con la patraña de su muerte, cómo es que había salido el sol y había vuelto a salir sin tropezar, por qué este aire de domingo, madre, por qué el mismo calor sin mí, se preguntaba asombrado, cuando sonó un cañonazo intempestivo en la fortaleza del puerto y empezaron los dobles de las campanas maestras de la catedral y subió hasta la casa civil la tropelina de las muchedumbres que se alzaban del marasmo secular con la noticia más grande del mundo, y entonces entreabrió la puerta del dormitorio y se asomó a la sala de audiencias y se vio a sí mismo en cámara ardiente más muerto y más ornamentado que todos los papas muertos de la cristiandad, herido por el horror y la vergüenza de su propio cuerpo de macho militar acostado entre las flores, la cara lívida de polvo, los labios pintados, las duras manos de señorita impávida sobre el pectoral blindado de medallas de guerra, el fragoroso uniforme de gala con los diez soles crepusculares de general del universo que alguien le había inventado después de la muerte, el sable de rey de la baraja que no había usado jamás, las polainas de charol con dos espuelas de oro, la vasta parafernalia del poder y las lúgubres glorias marciales reducidas a su tamaño humano de maricón yacente, carajo, no puede ser que ése soy yo, se dijo enfurecido, no es justo, carajo, se dijo, contemplando el cortejo que desfilaba en torno de su cadáver, y por un instante olvidó los propósitos turbios de la farsa y se sintió ultrajado y disminuido por la inclemencia de la muerte ante la majestad del poder, vio la vida sin él, vio con una cierta compasión cómo eran los hombres desamparados de su autoridad, vio con una inquietud recóndita a los que sólo habían venido por descifrar el enigma de si en verdad era él o no era él, vio a un anciano que le hizo un saludo masónico de los tiempos de la guerra federal, vio un hombre enlutado que le besó el anillo, vio una colegiala que le puso una flor, vio una vendedora de pescado que no pudo resistir la verdad de su muerte y esparció por los suelos la canasta de pescados frescos y se abrazó al cadáver perfumado llorando a gritos que era él, Dios mío, qué va a ser de nosotros sin él, lloraba, de modo que era él, gritaban, era él, gritó la muchedumbre sofocada en el sol de la Plaza de Armas, y entonces se interrumpieron los dobles y las campanas de la catedral y las de todas las iglesias anunciaron un miércoles de júbilo, estallaron cohetes pascuales, petardos de gloria, tambores de liberación, y él vio a los grupos de asalto que se metieron por las ventanas ante la complacencia callada de la guardia, vio los cabecillas feroces que dispersaron a palos el cortejo y tiraron por el suelo a la pescadera inconsolable, vio a los que se encarnizaron con el cadáver, los ocho hombres que lo sacaron de su estado inmemorial y de su tiempo quimérico de agapantos y girasoles y se lo llevaron a rastras por las escaleras, los que desbarataron la tripamenta de aquel paraíso de opulencia y desdicha que creían destruir para siempre destruyendo para siempre la madriguera del poder, derribando capiteles dóricos de cartón de piedra, cortinas de terciopelo y columnas babilónicas coronadas con palmeras de alabastro, tirando jaulas de pájaros por las ventanas, el trono de los virreyes, el piano de cola, rompiendo criptas funerarias de cenizas de próceres ignotos y gobelinos de doncellas dormidas en góndolas de desilusión y enormes óleos de obispos y militares arcaicos y batallas navales inconcebibles, aniquilando el mundo para que no quedara en la memoria de las generaciones futuras ni siquiera un recuerdo ínfimo de la estirpe maldita de las gentes de armas, y luego se asomó a la calle por las rendijas de las persianas para ver hasta dónde llegaban los estragos de la defenestración y con una sola mirada vio más infamias y más ingratitud de cuantas habían visto y llorado mis ojos desde mi nacimiento, madre, vio a sus viudas felices que abandonaban la casa por las puertas de servicio llevando de cabestro las vacas de mis establos, llevándose los muebles del gobierno, los frascos de miel de tus colmenas, madre, vio a sus sietemesinos haciendo músicas de júbilo con los trastos de la cocina y los tesoros de cristalería y los servicios de mesa de los banquetes de pontifical cantando a grito callejero se murió mi papá, viva la libertad, vio la hoguera encendida en la Plaza de Armas para quemar los retratos oficiales y las litografías de almanaques que estuvieron a toda hora y en todas partes desde el principio de su régimen, y vio pasar su propio cuerpo arrastrado que iba dejando por la calle un reguero de condecoraciones y charreteras, botones de dormán, hilachas de brocados y pasamanería de alamares y borlas de sables de barajas y los diez soles tristes de rey del universo, madre, mira cómo me han puesto, decía, sintiendo en carne propia la ignominia de los escupitajos y las bacinillas de enfermos que le tiraban al pasar desde los balcones, horrorizado por la idea de ser descuartizado y digerido por los perros y los gallinazos entre los aullidos delirantes y los truenos de pirotecnia del carnaval de mi muerte...

...aunque en realidad los últimos oráculos que regían su destino eran los letreros anónimos escritos en las paredes de los excusados del personal de servicio, en los cuales descifraba las verdades recónditas que nadie se hubiera atrevido a revelarle...

...los hierros de la catedral anunciaban el duelo, todo se había acabado antes que él, nos habíamos extinguido hasta el último soplo en la espera sin esperanza de que algún día fuera verdad el rumor reiterado y siempre desmentido de que había por fin sucumbido a cualquiera de sus muchas enfermedades de rey, y sin embargo no lo creíamos ahora que era cierto, y no porque en realidad no lo creyéramos sino porque ya no queríamos que fuera cierto, habíamos terminado por no entender cómo seriamos sin él, qué sería de nuestras vidas después de él...

...era apenas el temblor de unos labios taciturnos, el adiós fugitivo de un guante de raso de la mano de nadie de un anciano sin destino que nunca supimos quién fue, ni cómo fue, ni si fue apenas un infundio de la imaginación, un tirano de burlas que nunca supo dónde estaba el revés y dónde estaba el derecho de esta vida que amábamos con una pasión insaciable que usted no se atrevió ni siquiera a imaginar por miedo de saber lo que nosotros sabíamos de sobra que era ardua y efímera pero que no había otra, general, porque nosotros sabíamos quiénes éramos mientras él se quedó sin saberlo para siempre con el dulce silbido de su potra de muerto viejo tronchado de raíz por el trancazo de la muerte, volando entre el rumor oscuro de las últimas hojas heladas de su otoño hacia la patria de tinieblas de la verdad del olvido, agarrado de miedo a los trapos de hilachas podridas del balandrán de la muerte y ajeno a los clamores de las muchedumbres frenéticas que se echaban a las calles cantando los himnos de júbilo de la noticia jubilosa de su muerte y ajeno para siempre jamás a las músicas de liberación y los cohetes de gozo y las campanas de gloria que anunciaron al mundo la buena nueva de que el tiempo incontable de la eternidad había por fin terminado.

(Fragmentos de El Otoño del Patriarca de Gabriel García Márquez)

9 comentarios:

Duanel Díaz Infante dijo...

Lo malo es que nuestro Comandante ni siquiera tiene un palacio que la gente pueda saquear. Una de las primeras cosas que hizo fue renunciar a vivir en el viejo Palacio y hacer de su residencia secreto de estado. Al Palacio lo convirtió en museo y ensayó otro poder que ya no tenía sede, porque estaba en todas partes, mucho más allá de donde pueden llegar las dictadores tradicionales: en casa casa, en cada mente, en cada cuerpo. En fin, ¿palmó o no palmó?

Infortunato Liborio del Campo dijo...

Yo no sé. Ya pusieron la última reflexión de la serie La Enmienda Platt ¿y ahora qué? ¿Esperando el ciclón?

Duanel Díaz Infante dijo...

Parece que el ciclón no va a pasar, pero yo creo que mañana van a tener que dar la noticia, confirmar o desmentir el rumor, ya son varios días en lo mismo...

Infortunato Liborio del Campo dijo...

Yo creo que, si se murió, esperarán a que pase el ciclón para dar la noticia. Te imaginas la confusión que se armaría si en el medio de las honras fúnebres pasa un ciclón. Además que me imagino que querrán darle una preparación al cadáver o lo que quede de él, si es que se puede, pues estaba muy jodido y los embalsamadores no hacen milagros.

Por otra parte, me imagino que hagan alguna movilización de seguridad como hicieron cuando anunciaron la proclama. Los que informan de allá deben tener en cuenta esa señal que quizás sea la única visible.

Duanel Díaz Infante dijo...

Sí, deben tener preparado todo un dispositivo; decían que Raúl iba a dar la noticia en un mensaje grabado por la radio, pero eso me parece muy raro. No sé, espero que mañana sea el día, porque la ansiedad esta no es fácil.

Duanel Díaz Infante dijo...

Libo, donde está "Ustedes no desean el retorno de Jones, ¿verdad?"? Tienes que aprender a hacer los link, como los hace el Caminante, que en cualquier comentario de otro blog ahí mismo se pone un link.

Infortunato Liborio del Campo dijo...

Duanel:

Me hago una autocrítica revolucionaria. Debía dominar más esta cosa, a pesar de que posibilidades técnicas no me faltan, pues luego de 23 años traqueteando con computadores y ser programador y experto en ciertos temas de informática le he perdido el interés.
Si te fijas no fue hasta hace poco que puse la primera foto El Escorial. Te prometo dominar más este medio de expresión.

El texto a que te refieres es del año pasado: http://liboriolandia.blogspot.com/2006/10/ustedes-no-desean-el-retorno-de-jones.html
espero que así salga.

Infortunato Liborio del Campo dijo...

Pues no salió.

http://liboriolandia.blogspot.com
/2006/10/ustedes-no-desean-
el-retorno-de-jones.html

Prometo estuciarme esta mierda

Infortunato Liborio del Campo dijo...

quise decir estudiarme