A Heberto Padilla
Echó a andar
y su tiempo se confundió
con el tiempo de la Historia
y sus ojos y sus manos y sus piernas
fueron dilapidadas
en los campos de victoria,
sin llegar erigir el alto sueño.
Entonces meditaba,
pensaba que todo sacrificio había sido inútil.
Le dijeron que no,
que el alto sueño ya se había alcanzado,
aunque él, que lo había dado todo,
no apreciara la diferencia,
que notara que sus labios,
sus antiguos y cuarteados labios,
esos que ya no le pertenecían,
seguían afirmando
y sus ojos estaban ahora vendados
y ahora también llenos de lágrimas
y sus manos estaban atadas
como fieros leones domesticados
y sus piernas estaban cansadas,
llenas de escaras con sus huesos rotos.
Sólo su lengua entrenada,
en el escarnio y el denuesto,
se conservaba útil.
Pero mantener en alto la ilusión
requería nuevos sacrificios,
a su lengua le era menester un último favor,
pues no lo había dado todo como pensaba
entonces le pidieron su cerebro, su razón.
Seguían siendo tiempos difíciles
y se habrían de mantener las ideas a resguardo.
miércoles, febrero 21, 2007
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