miércoles, febrero 21, 2007

Infierno Socialista

Me dicen que no tengo, yo, derecho
a los muchos placeres de esta vida,
que para eso, juró nuestro pueblo
fidelidad al sistema socialista,
que ese objeto que yo pido no hace falta
ya gozo, hasta el que no me merecía.
De los chismes que disfrutan los burgueses
ya tengo suficientes naderías,
que el picado de soja es saludable,
la col es plena de necesaria fibra,
pues la carne de bovino me hace daño
no es cosa de comerla cada día.

También arguyen el derecho que me asiste
a transitar por las libres avenidas
aunque tenga que encajarme en cada bache
y enlodar mis zapatos con salpicas.
Para habitar me reservan los cajones
que se filtran por las juntas mal cogidas,
si me caso que viva con la suegra,
que me mude con el viejo o con mi tía,
pero en casa, que tenga pocos trastos
y que aproveche el sofá de mi abuelita,
que la industria del mueble, hace rato,
no suministra ni las puntillitas.
También tengo derecho a un buen solar
en alguna calle de la Habana prístina
donde pueda construir mi barbacoa
y, feliz, dar cobija a mi negrita.

Mis hijos que no jueguen con Nintendos,
inmoral barbaridad capitalista,
que al sublime amor que yo les tengo
ya le vienen sobradas las caricias.
Que no puedo mostrar mi descontento
si a mi tierna flor, la mas chiquita,
por mucho que se encoja, en vano intento,
se le quedan estrechas las ropitas.
Al mayor el de la edad difícil
el que tiene esa novia mulatica
¿cómo le explico yo, que los patines
esos, sólo los venden en divisas?

Derecho tienen, nuestras madres,
esas tristes flores descoloridas,
a fantasear cada día el sustento
en el lúgubre hogar de las cocinas,
mientras nuestros añosos padres
con sus manos, noblemente encallecidas,
doblan el lomo, en las feraces tierras
sin poderse recobrar de sus heridas,
y funden el acero en altos hornos
sin poder beber ni una cerveza fría,
hasta que lisiados y maltrechos
la soledad de las tumbas los reciban.

Mirad que derechos favorecen
a las mujeres, que precoces marchitan
sin el consuelo de una hermosa joya
o el deleite de una ofrenda bonita.
Tienen el derecho de lucir vestidos
de gruesas telas y toscas chancleticas
y fogones de leña o querosén
para, sudorosas, preparar las comidas.
¡Que resistentes y sacrificadas
son todas ustedes, cubanas benditas,
¡Como palpita la vida en los sostenes!
rotos y ajados de mis guajiritas!

Reflexionad sobre estos derechos
que son otorgados a las abuelitas,
que a pesar de todas las promesas
y turbios pesares, permanecen invictas
a sus máquinas de coser pegadas
para, a sus nietas, mantener vestidas
y en silencio derraman esas lágrimas
amargas y calientes, tristes y sufridas
si es que no venden tostado el maní
amarillos limones, el tamal, mariquitas,
en escuelas, en puertas de hospitales
o en aceras de calles concurridas.

Yo no tengo derecho a las antenas
que desinforman a mis huestes aguerridas
que me quede conforme con el Panda
aunque tenga que pagarlo de por vida,
y en lugar de programas musicales
debo ver televisión educativa,
por eso instalan ahora diligentes,
cuando sube la fiebre utopista,
canales en múltiples frecuencias
que muestran cursos de áreas protegidas,
de cómo se desmota el algodón
o alguna otra materia parecida,
si acaso no los ponen en cadena
para darte un discurso cada día,
y que obtenga feliz del noticiero
los productos de la empresa socialista.

Igualmente mucho derecho tengo
a permanecer en silencio si me gritan
aunque en las venas me bulla la sangre,
con aquellas falsedades que me dictan.
Que no lea los libros en que creo,
llenos están de espurias engañifas,
que confunden y dañan mi cerebro,
reflejos de traición y de impudicia.
Y si quiero tener mi biblioteca
porque la cultura feroz se dolariza,
para eso se imprimen en gaceta
literatura de valores mundialistas.

A la Salud, esa palabra santa
de la mas pura jerga triunfalista
tengo derecho, aunque no pueda nunca
en la farmacia hallar las medicinas.
Y aunque en los derruidos hospitales
falten sábanas, almohadas y cortinas
escaseen reactivos y suturas,
las ambulancias no tengan gasolina,
y por alguna perversa arte
ayer se perdieron las jeringas,
debo creer en la leyenda del bloqueo
o en una u otra filosofía china.


Y para compensar tantos agravios
tengo derecho a Educación gratuita,
que ahora, dos más dos no suman cuatro,
pues, en los niños, el saber se multiplica.
Si el uniforme les dan cada tres años
y hay que coserlo veces infinitas
se debe en esencia, a que el yanqui huraño
quiere sumirnos en guerra fraticida.
Se aprestan a arreglarnos las escuelas
y en reemplazo de maestras eruditas
nos han legado “maestros emergentes”,
como si fueran, del saber, agua bendita.

¿Debemos comulgar con lo callado
de la renunciación del legado Marxista,
o levantar el pensamiento airado
en protesta clamorosa y genuina?
¿Debemos perpetuar al magistrado
cuyas promesas no fueron cumplidas
o demostrar que ha estado equivocado
y mantener las esperanzas revividas?
Yo creo, más que soberbio, humilde,
en la fuerza de la masa pluralista
y en defender, del axioma inflexible
el derecho de buscar alternativas.

Abogado me siento del marxismo
y repudio terco y tenaz las utopías,
redentor del quehacer científico,
de la veta veraz de la filosofía,
que han convertido, con el estalinismo,
en un ruinoso credo masoquista
y me libero de las religiones
humillantes del falansterio fourierista
y contrario a muchas opiniones
voy, con furor, combatiendo la teoría
de: “para llegar al terrenal paraíso,
hay que atravesar el infierno socialista”

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