miércoles, febrero 21, 2007

Infancia Feliz de un Hombre Ausente

Poco a poco mis recuerdos
me vienen llenando el coco
y cual marca del destino
las memorias que me encienden
la ilusión.

Memorias de cuando niño
en la ciudad de los ríos
de los puentes y poetas,
del mar y de sus riveras
y el Pompón.

Mi madre que es muy dichera
y no le falta el ingenio,
le decía a dos cuarticos
en el techo de Belén:
“El Palomar”

Eran dos habitaciones
subiendo por la escalera
en la calle Magdalena
entre calle de Manzano
y Daoiz.

Una servía de cuarto
en la otra estaba el resto
y como no había retrete
disfrutábamos de cagar
en el tibor.

Conmigo, mis dos hermanos,
el viejo, la vieja, un loro
y una docena de pollos,
convivíamos pletóricos
de confort.

El barrio era muy bueno,
del portuario, del obrero,
con aquellos techos viejos,
todo el mundo lo llamaba
“La marina”.

En la esquina: “El Año 30”
donde marcaba la acera
pa evitar la jodedera
en la cola que formaba
el negrón.

Me compraban los juguetes
(una vez al año el brete)
en aquella tienda “EL FUEGO”
que, cierto día, de verdad
se quemó.

Y en el alea del sorteo
de básico y dirigido,
de aquel triste Santi Clos,
nunca, nunca me tocaba,
un avión.

Tomaba mis refrescos
en aquel “Bar de Inocente”,
que de tan limpio y decente
el gobierno, preocupado,
lo cerró.

Recuerdo las nochebuenas
turrón de Alicante y Yema,
las castañas y avellanas,
pero eso, a los pocos años,
se acabó.

Íbamos a Carnavales
de comparsa y mascarita
de carroza y lamparita
pero todo aquello también
se jodió.

Mi abuela nos hacía
camisas con retacitos
y con lo que sobraba
hacía pantaloncitos
de algodón.

Helado y yogurt tomábamos
ahí en “Los paragüitas”
y el azúcar nos llevábamos
cuando a la pobre bodega
no llegó.

Al cine Velasco íbamos
en matinée de domingo
a mirar los muñequitos,
películas de Cantinflas
y de Popov.

Del año 69 guardo
un recuerdo especial
aquel de mi tía Marta
que montando en avioncito
se marchó.

Tal vez de cuando en poco
íbamos al “Papalote”
donde aquellos muñecotes
nos sacaban carcajadas
de emoción.

Y en el río Yumurí
bajo el puente “La concordia”
mi hermano pescando mapos,
se enfangaba los zapatos
de ocasión.

A pesar de todo tuve
una infancia muy feliz
comiendo mierda un poco
y sacándome los mocos
de la nariz.

Ahora que pasan los años
Matanzas como te extraño,
despierta, mira y escucha
el canto, del hijo pródigo
que se perdió.

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