miércoles, febrero 21, 2007

Romance para un viejo terco

Padre no me quieras tanto
déjame vivir siquiera
déjame perder el juicio
porque no tengo frontera
Ya me dio en esta vida
todo el amor de la Tierra
me ha enseñado de la hombría
del valor y la vergüenza.
Me proveíste el estudio
del lápiz y la libreta
y de aquel otro que en casa
en los ejemplos se gesta,
y recorrí los caminos
de la caza y de la pesca
teniéndole siempre al lado
en las vivas y en las muertas.
Paciente conmigo fuiste
en la enfermedad abyecta
y frotaste con alcoholes
en mi frente, fiebres tercas
Pues comí de tu mano
aquel plato de lentejas
no es cosa de agradecidos
que aquella mano yo muerda
Más, no he sido hijo malo
y esta condición lo prueba
el haberme dedicado
a reconstruir tu hacienda
limpiándola de alimañas
que amargamente la pueblan
y en el surco el buen arado
hiende las feraces tierras
a causa de que voy guiando
con firmeza la mancera
y cuando el vecino malo
quiso cambiarnos las cercas
con el machete afilado
con usted las defendiera.
Cuando usted me pidió
que a ayudar al taita fuera,
porque aquel blanco villano
le robó la sementera,
presto me puse las botas
y sin rechistar siquiera
tumbé pa aquel lao del monte
a hacer justicia de veras
y cuando aquel su compadre,
que tanta promesa hiciera
de ayudarlo a levantar
en la finca casa nueva,
le mangó en aquel negocio
y formó la revertera,
yo siempre le estuve al lado
muy dispuesto a lo que fuera.
Pero ya va siendo hora
en fin, que arreglemos cuentas
porque como van las cosas
cualquier día se revientan.
Es usted muy testarudo,
ya tiene las manos viejas
y con tanto cavilar
se le secó la mollera.
Ayer rompió en la cocina
tres platos y dos bandejas
y si seguimos así
será la vajilla entera.
Antenoche tío Darío
recogió una vaca suelta
que usted me había jurado
meterla en la talanquera
y por ser tan cascarrabias
se nos fue mi hermana Alberta
que solamente quería
tener las puertas abiertas,
pero usted, que no aceptaba,
ni a las malas ni a las buenas,
que en casa cambien las cosas
ni un milímetro ni ochenta
y que le dejen las sillas
donde usted las tiene puestas.
Pero déjeme decirle
que en casa de China Fela
han hecho dos o tres cambios
pa prosperar. No se ofenda,
que no es mi hermano Jorgito
que se fue con la Anacleta
el que me ha metido el bicho
en el cuerpo o en la cabeza.
A ver ¿Cuántos años hace
que aquí no se compran telas?
¿Usted no ha visto el arado
como se ha roto la reja?
Pronto el vecino no tiene
que ir a mover las cercas
porque están todas de rotas
que se van las vacas sueltas.
¿Y que me dice del pozo
que está dando el agua prieta
porque ya no viene el moro
a meterle una limpieza?
Usted debe comprender
que cuando el zapato aprieta
si no cambia su gobierno
de esta finca y de esta tierra
se va a quedar muy solo
como Andrés de la novela.
Si no deja que jorgito
regrese con su Anacleta
y que Alberta mi hermana
venga y se abran las puertas
y que todos reunidos
tomemos juntos las riendas
y luego cada uno libre
derecho a opiniones tenga
sin que nos mande a callar
cuando no le guste el tema
o sólo nos deje hablar
cuando las gallinas mean,
entonces viejo yo mismo
voy cogiendo carretera
buscándome un terrenito,
aunque sea una pedrera,
pa levantar mi casita
y aquí usted solo se queda
que a causa de un viejo terco
yo no aguanto más miseria.

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