miércoles, febrero 21, 2007

Madrugada

El son de la madrugada
canta el gallo en la alborada.
Sorprendido me despierto
como de su tumba un muerto.
En mi abrupto despertar
aúlla el viento, ruge el mar.
El sol breve se delata
y huye la luna de plata.
De un leve soplo termina
el candil que me ilumina.
Lúcidos, de lengua ricos,
parlotean los pericos.
El bote en su poderío
hiende el reluciente río.
El dorado grave salta
quebrando el aire que asalta.
En áspera algarabía
se remonta el nuevo día.
En el portón rudo y cojo,
hosco se mueve el cerrojo.
Huraño surco las calles
por el rumbo de Versalles.
Retando, silbo mi trino
desafiando mi destino.

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