Al parecer en Cuba se cumple este adagio de que “cualquier tiempo pasado fue mejor”. Si para un ser humano no hay nada de malo en esta frase, porque “antes” puede significar, por ejemplo, nuestra imagen idílica de la juventud; para un país esta visión es desalentadora. Para la generación de mis padres durante los años 70 y 80 “antes” significaba “antes de la Revolución”, donde había de “todo” y todo era “mejor”. Para mi generación que no tiene referencias de ese “antes” de los “viejos”, “antes” significa los años 80 donde, gracias a la subvención “rusa”, había de “todo” y todo era “mejor”. La pregunta es ¿si para la generación de nuestros hijos “hoy” será “antes” y este seguirá siendo mejor?
Pudiera ser también que la redacción de “El Festival de San Sebastián acoge un documental sobre la decepción de una generación de cubanos” no fuera la más feliz y es verdad que deja un sabor amargo en la boca, no obstante creo que la “verdad” sobre la realidad cubana es como una pirámide egipcia, que está formada por millones de bloques de piedra de diferentes formas y cada persona, en posesión de uno de los bloques, cree poseer la pirámide completa. Creo que en la medida en que cada cual ponga su ladrillo modestamente al lado de los otros, sin pretender que su ladrillo es más importante que el de su vecino, sin estorbar a los demás albañiles y, si se puede, ayudándolos a poner sus ladrillos, algún día terminará de conocerse la verdad. Es la única manera de salir de esta fantasía en la que vivimos todavía.
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