Piensa en esto: Cuando el comandante te regala un automóvil te regala un gran infierno florido, una cadena de roces, un calabozo en el aire. Él no te da solamente el auto, que los cumplas muy felices y trata de que te dure porque es un Moscovich, soviético con carburador de madera; no te regala solamente ese gran gastador de gasolina al que empujaras con tus muñecas y al que pasearás contigo. Te regala -si lo sabe, lo terrible es que si lo sabe-, te regala un nuevo cacharro más frágil y precario que tú mismo, algo que es tuyo pero no es tuyo aunque lo hayas pagado centavo por centavo, porque no lo puedes vender, ni siquiera regalar a tu hijo o a tu suegra, al cual tienes que atar a tu cuerpo con una correa para que no te lo roben.
Te regala la necesidad de echarle gasolina todos los días sin que el salario te alcance para comprarla, la obligación de robártela o comprarla a contrabando para que siga siendo un auto; te regala la obsesión de atender a la hora exacta en el anuncio por la radio y en el servicio telefónico, del cambio de turno en el servicentro a que entra el socio tuyo que te vende la gasolina. Te regala la obligación de buscar un lugar donde parquearlo en las noches, porque no solo no tienes garaje sino que ni siquiera tienes casa. Te regala el compromiso de robar en el trabajo para pagar el parqueo que vale más que tu salario. Te regala la necesidad de seguir robando para pagar las piezas de repuesto y al mecánico porque siempre está roto y te regala con esto la posibilidad de que la cadena de roces se convierta en una cadena de hierro y el calabozo en el aire en un calabozo de piedras y rejas. Te regala la necesidad de usarlo ilegalmente como taxi para poder mantenerlo, a expensas de que te apresen y te lo decomisen o te pongan una multa más grande que el valor de carro. Te regala el miedo de perderlo, de que te lo roben, de que se te caiga en un bache y se rompa. Te regala el miedo a la policía, que te está velando en cada esquina para revisarte si el motor es el original de hace treinta años o uno petrolero que compraste en bolsa negra para ahorrar gasolina. Te regala su marca, y la seguridad de que es una marca peor que todas las otras, te regala la tendencia de comparar tu auto con los demás autos que son mejores que el tuyo. No te regala un auto, tú eres el regalado, a ti te ofrecen para el cumpleaños del comandante.
(Gracias Julio por regalarnos este texto al que sólo ha habido que hacerle unas pequeñas modificaciones)
Infortunato Liborio del Campo (Conde de Lotromonte)
(septiembre 2006)
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